La redacción de las Constituciones, que
en adelante iban a ser la pauta a
seguir por la Orden, de una forma
simbólica se hace constar en ellas que
a partir de entonces ya no será la
catedral un templo de piedra a
construir, sino que el edificio que
habrá de levantarse será la catedral del
Universo, es decir, la misma
HUMANIDAD.
Será el hombre, quien habrá de irse
puliendo en contacto con sus
semejantes a través de una enseñanza
en gran parte simbólica.
Cada útil o herramienta de los
canteros y constructores de catedrales
reciben un sentido simbólico: la
escuadra, para regular las acciones; el
compás, para mantenerse en los límites
con todos los hombres, especialmente
con los hermanos masones. El
delantal, símbolo del trabajo, que con
su blancura indica el candor de las
costumbres y la igualdad; los guantes
blancos que recuerdan al francmasón
que no debe jamás mancharse las
manos con la iniquidad, etc..
La Masonería se convertía, pues en el
lugar de encuentro de hombres de
cierta cultura, con inquietudes
intelectuales, interesados por el
humanismo como fraternidad, por
encima de las separaciones y de las
oposiciones sectarias, que tantos
sufrimientos habían acarreado a
Europa.
Les animaba un espíritu universalista y
el deseo de encontrarse en una
atmósfera de tolerancia y fraternidad.
El artículo fundamental de las
Constituciones de 1723 lo subraya
claramente al afirmar que ”Aún cuando
en los tiempos antiguos los masones
estaban obligados a practicar la
religión que se observaba en los países
donde habitaban, hoy se ha creído
más oportuno, no imponerle otra
religión que aquella en que todos los
hombres están de acuerdo, y dejarles
completa libertad respecto a sus
opiniones personales. Esta religión
consiste en ser hombre buenos y
leales, es decir, hombres de honor y de
probidad, cualquiera que sea la
diferencia de sus nombres o de sus
convicciones.”
Otro artículo precisa que en las
reuniones que cuando los trabajos
están cerrados y los hermanos están
reunidos fuera de la logia pueden
dedicarse a placeres inocentes
evitando los excesos de todo género, y
sobre todo absteniéndose de decir y
de hacer cosa alguna que pudiere herir
o romper la buena armonía que entre
todos debe reinar siempre; por ésta
razón, no deben llevarse a éstas
reuniones, odios privados sin motivo
alguno de discordia y sobre todo,
deben evitarse en absoluto las
discusiones sobre religión y política,
sobre nacionalidad, puesto que los
masones, como antes hemos dicho, no
profesan otra religión que la universal,
y que pertenecen a todos los pueblos,
a todas las lenguas…Este último
apartado ha sido mal entendido por
muchos masones puesto que de la
recomendación de Anderson que se
refiere al momento “cuando la Logia
esté cerrada, pero estando aún
reunidos los hermanos”, es decir
cuando la logia no está organizada y,
por tanto, no operan ni la disciplina de
los trabajos ni el uso de las
herramientas rituales, han hecho una
interpretación extensiva al momento
en que la Logia está organizada,
prohibiendo en ella la discusión sobre
determinados temas, lo que supone
una contradicción con el sentido
mismo de la masonería especulativa,
precisamente, especular libre y
ordenadamente sobre todas las
ideas