Su padre le había prohibido
reiteradamente que tocara las
herramientas de su taller de
guarnicionería (el arte de trabajar
diversos artículos de cuero o
guarniciones para caballerías). No hizo
demasiado caso, pues un día de 1812,
cuando contaba tres primaveras, quiso
hacer un agujero en un trozo de cuero
con un punzón, con tan mala suerte
que se hirió en un ojo. Terminó
perdiéndolo. Y no solo eso: la
infección le acabó dañando el otro
ojo, provocándole una ceguera
irreversible.
Pero el joven Louis Braille no era un
niño conformista. Asistió durante dos
años a la escuela de su localidad natal,
Coupvray (Sena y Marne, Francia), y
rápidamente destacó como uno de los
alumnos más aventajados. Aun así su
familia dudaba de que pudiese tener
un futuro medianamente prometedor.
En 1819, con diez años, ingresó en una
escuela para chicos ciegos de París
(una de las primeras instituciones
especializadas del mundo). La mayoría
de las clases eran orales, aunque
también tenían clases de lectura,
gracias a un método inventado por el
fundador de la escuela, Valentín Haüy,
un sistema de impresión de libros con
los caracteres en relieve para permitir
la lectura táctil. Pero era un método
bastante cutre y laborioso, pues exigía
la impresión individual de cada letra en
cobre.
En este mismo centro conoció a
Charles Barbier, en 1821, un oficial del
ejército que visitó la escuela para
mostrar su nuevo sistema de lectura y
escritura táctil. En realidad fue un
sistema pensado para que los
soldados pudieran intercambiarse
mensajes en las trincheras durante la
noche sin necesidad de hablar,
evitando así que el enemigo
descubriera su posición. Se llamaba
“Sonography” y consistía en colocar
sobre una superficie plana rectangular
doce puntos en relieve que, al
combinarse, representaban sonidos
diferentes.
Braille tuvo una inspiración tras
conocer este método: en los meses
siguientes hizo pruebas con diferentes
posibilidades y combinaciones hasta
dio con una solución idónea para
reproducir la fonética básica que sólo
requería la utilización de seis puntos
en relieve.
Continuó trabajando durante varios
años más en el sistema y desarrolló
códigos diferentes para la enseñanza
de materias como la música y las
matemáticas. Aun así, su método,
mucho más efectivo y sencillo que los
anteriores, no fue implantado de
manera inmediata.
Pero triunfó gracias a sus compañeros
de escuela que, a escondidas,
comenzaron a aprenderlo,
esmerándose en estudiar las
composiciones de puntos ideadas por
su compañero Louis y descubriendo
que no sólo eran capaces de leer
textos sino también de escribirlos.
Habían conseguido disfrutar de una
autonomía que hasta entonces les
había sido imposible.
Finalmente acabó convirtiéndose en
profesor de la escuela, y con los años
fue muy admirado, tanto por sus
alumnos como por el resto de ciegos
del país, que ya estaban aprendiendo
su método.
Su sistema consta de 63 caracteres
constituidos por rectángulos de entre
uno y seis puntos y que al ser
impresos en relieve en papel permiten
la lectura mediante el tacto. Las
matrices que diseñó no sólo
representaban letras sino también los
números, los signos de puntuación y
acentuación y algunas de las
contracciones más usuales de los
idiomas occidentales. Este sistema se
publicó por primera vez en 1829 y fue
presentado en su modelo más
completo en 1837.
El sistema Braille también permite la
escritura, que se realiza gracias a dos
planchas metálicas entre las cuales se
coloca el papel; una de las ellas tiene
seis agujeros para meter el punzón y
horadar según el signo que se desea
emplear.
Actualmente el sistema Braille puede
escribirse también con máquinas con
seis llaves, una para cada punto de
matriz Braille. La primera máquina para
escribir en Braille la inventó Frank H.
Hall en 1892.
Por desgracia no vivió lo suficiente para
ver como se convertía en el código
mundial de los invidentes, pues murió
a los 43 años de tuberculosis, en 1852.
Ocho años después, en 1860, el
sistema Braille se introdujo en una
escuela para ciegos de San Luis
(Estados Unidos). En 1868, cuatro
invidentes de Londres, liderados por el
doctor Thomas Armitage, fundaron en
el Reino Unido una sociedad para
impulsar el perfeccionamiento y la
difusión de la literatura grabada en
Braille. Se acabó convirtiendo en el
Instituto Nacional de Ciegos.
En el siglo XX, el método Braille se
había implantado en casi todos los
países del mundo.