Hemos sido testigos de algunos casos
en los que la antigüedad nos
sorprende con hechos que más
parecen de nuestra época por lo
destacado de sus diseños, sus
construcciones o por la increíble
ciencia aplicada en ellos.
Muchos de los inventos que se
sucedieron en los últimos dos siglos
los hemos festejado con mucha
algarabía y a la fecha nos sirven para
desarrollarnos ventajosamente en la
sociedad en la que estamos.
Pero siempre vivimos con la incógnita
de que tal vez algunas de las grandes
maravillas que hoy usamos -y que ya
son parte de nuestras vidas rutinarias-,
hubieran sido ya descubiertas y
utilizadas hace miles de años por otras
culturas y civilizaciones a las que
tildamos de inferiores a la nuestra.
Esto ocurrió, cuando en 1849, el
arqueólogo Austen Henry Layard
exploraba dentro de los restos del
Palacio de Kalhu, en la antigua capital
Asiria –llamada Nimrud en aquel
entonces-.
Grande fue su sorpresa cuando
encontró lo que parecía ser un lente
de aumento, lo cual distaba mucho de
los adelantos que se suponían existían
por aquellos tiempos.
Este presunto lente tenía una cara
plana y la otra convexa, lo cual le daba
un parecido muy similar a los lentes de
ahora, lo cual lo llevó a suponer que tal
vez se tratara de un lente de aumento
para propósitos del encendido de
fuego. Sin embargo, todo esto quedó
simplemente como una conjetura –
arriesgada por aquel entonces-.
Las investigaciones modernas han
revelado que la antigüedad de este
presunto lente se situaba en el 700
a.C., y se destacó el perfecto arte para
pulir esta pieza que resultó ser cuarzo
y que no presentaba ningún tipo de
imperfección en su estructura.
La conclusión a la que se llegó luego
de mucho estudio, es que se trataba
de un lente cuya forma tiroidal
solamente podía servir para una cosa:
¡corregir el astigmatismo!
A partir de esto se llevaron a cabo
variadas investigaciones con esta mira
por delante y descubrieron en muchas
otras culturas y sociedades antiguas
objetos similares, como las halladas en
Cartago, donde se encontraron 16
piezas muy parecidas al lente asirio.
Egipto, Efeso, Rodas y Troya también
fueron lugares en donde aparecieron
decenas de piezas de cristal que tenían
todas las características de pulido, con
superficies planas y convexas como los
que hoy vemos en los ojos de muchos
de nosotros.
Fuente: Akasico.