Nunca llores por un Amor muerto,
Ya que rara vez el Amor es
verdadero.
Él cambia sus ropas del rojo al azul,
Y del más brillante azul al rojo,
El Amor ha nacido a una muerte
temprana,
Y su realidad es apenas un despojo.
Entonces no ancles tu sonrisa
En su pálido rostro descarnado,
Para exhalar el más profundo de los
suspiros.
Las palabras justas en labios
sinceros
Pasarán, y sin dudas morirán;
Y tu estarás solo, mi querido,
Cuando se desaten los vientos
invernales.
Nunca lamentes aquello que no
puede ser,
Pues este Dios no regala dones.
Si este pobre sueño de amor fuese
nuestro,
Entonces, querido, estaríamos en el
Cielo,
Pero aquí sólo hay campos muertos,
Donde el verdadero amor jamás es
cierto.
(Elizabeth Eleanor Siddal)