29/12/13

LA INMORTALIDAD. Jorge Luis Borges

..."Nuestro yo es lo menos importante
para nosotros. Qué significa sentirnos
yo? En que pueda diferir que yo me
sienta Borges de que ustedes se
sientan A. B. o C? En nada,
absolutamente. Ese yo es lo que
compartimos, es lo que está presente,
de una forma o de otra, en todas las
criaturas. Entonces podríamos decir
que la inmortalidad es necesaria, no
la personal pero sí esa otra
inmortalidad. Por ejemplo cada vez
que alguien quiere a un enemigo,
aparece la inmortalidad de Cristo. En
ese momento el es Cristo. Cada vez
que repetimos un verso de Dante o
de Shakespeare, somos, de algún
modo, aquel instante en que Dante o
Shakespeare crearon ese verso. En
fin, la inmortalidad está en la
memoria de los otros y en la obra
que dejamos. Qué puede importar
que esa obra sea olvidada?
Yo he dedicado estos últimos veinte
años a la poesía anglosajona, sé
muchos poemas anglosajones de
memoria. Lo único que no sé es el
nombre de los poetas. ¿Pero qué
importa eso?
¿Qué importa si yo, al repetir poemas
del siglo IX estoy sintiendo algo que
alguien sintió en ese siglo? Él está
viviendo en mi en ese momento que
yo no soy ese muerto. Cada uno de
nosotros es, de algún modo, todos los
hombres que han muerto antes. No
sólo los de nuestra sangre.
Desde luego heredamos cosas de
nuestra sangre. Yo sé - mi madre me
lo dijo-que cada vez que repito versos
ingleses, los repito con la voz de mi
padre. (Mi padre murió en 1938
cuando se dio muerte Lugones)
Cuando yo repito versos de Schiller
mi padre está viviendo en mi Las
otras personas que me han oído a mí,
vivirán mi voz que es un reflejo de su
voz que fue, quizás un reflejo de la
voz de sus mayores. ¿Qué podemos
saber nosotros? Es decir podes crear
en la inmortalidad.
Cada uno de nosotros colabora, de un
modo u otro en este mundo. Cada
uno de nosotros quiere que este
mundo sea mejor, y si el mundo
realmente mejora, eterna esperanza;
si la patria se salva (¿por qué no
habría de salvarse la patria?)
nosotros seremos inmortales en esa
salvación no importa que se sepan
nuestros nombres o no. Eso es lo
mínimo, lo importante es la
inmortalidad. Esa inmortalidad que
se logra en la obras, en la memoria
que uno deja en los otros. Esa
memoria puede ser nimia. Puede ser
una frase cualquiera. Por ejemplo:
“Fulano de tal, más vale perderlo que
encontrarlo” Y no se quien inventó
esa frase pero cada vez que la repito
soy ese hombre. Qué importa que ese
modesto compadrito haya muerto, si
vive en mí y en cada uno que repita
esa frase.
Lo mismo puede decirse de la música
y del lenguaje. El lenguaje es una
creación viene a ser una especie de
inmortalidad. Yo estoy usando la
lengua castellana. ¿Cuántos muertos
castellanos están viviendo en mí? No
importa mi opinión, ni mi juicio; no
importan los nombres del pasado si
continuamente estamos ayudando al
porvenir del mundo, a la
inmortalidad, a nuestra inmortalidad.
Esa inmortalidad no tiene porque ser
personal, puede prescindir del
accidente de nombres y apellidos
puede prescindir de nuestra
memoria. ¿Para qué suponer que
vamos a seguir en otra vida con
nuestra memoria, como si yo siguiera
pensando toda mi vida en mi
infancia, en Palermo, en Adrogué o en
Montevideo? ¿Por qué estar siempre
volviendo a eso? Es un recurso
literario; yo puedo olvidar todo eso y
seguiré siendo, y todo eso vivirá en
mí aunque yo no lo nombre. Quizá lo
más importante es lo que no
recordamos de un modo preciso,
quizá lo más importante lo
recordaremos de un modo
inconsciente.
Para concluir diré que creo en la
inmortalidad: no en la inmortalidad
personal, pero si en la cósmica.
Seguiremos siendo inmortales; más
allá de nuestra muerte corporal
queda nuestra memoria, y más allá
de nuestra memoria quedan nuestros
actos, nuestros hechos, nuestras
actitudes, toda esa maravillosa parte
de la historia universal aunque no lo
sepamos y es mejor que no lo
sepamos..."