Los indios chiriguanos, del pueblo
guaraní, navegaron el río Pilcomayo,
hace años o siglos, y llegaron hasta la
frontera del imperio de los incas.
Aquí se quedaron, ante las primeras
alturas de los Andes, en espera de la
tierra sin mal y sin muerte. Aquí
cantan y bailan los perseguidores del
Paraíso.
Los chiriguanos no conocían el papel.
Descubren el papel, la palabra
escrita, la palabra impresa, cuando
los frailes franciscanos de Chuquisaca
aparecen en esta comarca, después
de mucho andar, trayendo libros
sagrados en las alforjas.
Como no conocían el papel, ni sabían
que lo necesitaban, los indios no
tenían ninguna palabra para
llamarlo. Hoy le ponen por nombre
piel de Dios, porque el papel sirve
para enviar mensajes a los amigos
que están lejos.
Galeano.
Memoria del fuego II: Las caras y las
máscaras