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LA LEYENDA DEL FÉNIX.

Quienes estudian la teología mística
más que la naturaleza, escriben que
existe el ave fénix en Arabia, en
Oriente. Pero, dicen que esta ave
vive sola en su especie sin mezcla
de sexo ni de macho y que viene al
mundo y que vive solitaria
trescientos cuarenta años.
Es, según dicen, del tamaño de un
águila. Lleva en la cabeza una
corona como el pavo real. En el
cuello tiene también un penacho.
Un color de púrpura rodea su cuello
con destellos de oro. Tiene la cola
larga de color purpúreo con algunas
plumas de color rosa como escritas
entre líneas, de modo parecido a los
trazos de la cola del pavo real
salpicada con unas órbitas formadas
a la manera de los ojos. Esta
variedad de colores es de una
belleza maravillosa. Cuando siente
el peso de los años, construye un
nido de incienso, mirra y cinamomo
y otras plantas aromáticas valiosas
en un árbol alto y retirado situado
sobre una fuente de agua cristalina
y se precipita en el nido, se pone
bajo los rayos fervientes del sol,
que el resplandor de las plumas multiplica, hasta que se prende el fuego y así se enciende y se incinera junto con el nido.
Dicen que de las cenizas nace al día siguiente un gusano, que a los tres días ya lleva plumas y pasados unos pocos días se convierte en un ave
con la figura de la anterior y
entonces levanta el vuelo y se va.
Cuentan igualmente que tal hecho
ocurrió ya en Heliópolis, ciudad de
Egipto, donde esta ave fue
reuniendo perfumes sobre el mon­
tón de madera de sacrificio y luego
se quemó en ellos y en la presencia
del sacerdote se formó, con dos
generaciones, el gusano y el ave del
modo antedicho, y el ave levantó el
vuelo y se fue. Y como dice Platón,
«no debemos criticar demasiado
severamente los relatos que se
cuentan consignados en los libros
de los templos sagrados».
San Alberto Magno.
Extraído de
http://www.arsgravis.com/