23/9/12

LA LEYENDA DE CALAFATE (Leyenda Tehuelche)

En lo que ahora es Magallanes y
mucho tiempo antes de que aquellas
tierras fueran colonizadas, vivían allí
dos grupos de aborígenes: los
tehuelches y los onas. Al parecer, y de
acuerdo con lo que dice la leyenda, los
onas eran muy mirados en menos por
los tehuelches, y si así no hubiera sido,
nada hubiese sucedido.
Resulta que el jefe del aikén tehuelche
tenía una hija bellísima, la cual era su
orgullo y alegría. Esta jovencita
llamábase Calafate y tenía unos
maravillosos ojos dorados. Para mal de
sus pecados sintiéndose en todo
superiores a los onas, era costumbre
tehuelche que, al cumplir la mayoría
de edad, algún joven ona fuese
consagrado por el brujo del pueblo.
El joven ona que llegó al aiken para
serlo resultó ser tan guapo y tan
garrido que Calafate, con solo verlo, se
enamoró locamente de el y él de ella.
Este gran amor echó raíces en ambos:
decidieron huir, sabiendo que sus dos
tribus no aceptarían su unión. En un
lugar lejano ambos levantaron su
choza: pero alguien supo de los planes
y sin perder un segundo le comunicó
al jefe y padre de Calafate.
De acuerdo con su tradición, la vida
del joven ona era sagrada en las
presentes circunstancias; por lo tanto
el jefe intentó convencer por otros
medios a Calafate de apartarse del ona
y olvidar a su bien amado. ¡Todo fue
en vano! ¿Cómo su hija, siempre
siempre dócil y respetuosa de su padre
y de las leyes de su tribu, ahora se
mostraba tan rebelde e indómita?
Convencido de que aquéllo era obra
del Gualiche, la deidad maligna, hizo
venir a la bruja de su tribu y le ordenó
que impidiera la huida de los
enamorados, hechizando a Calafate,
pero que sus maravillosos ojos
dorados siguieran mirando su aikén,
fuese cual fuese el hechizo.
Ni corta ni perezoza, la bruja la
transformó en un arbusto que, cada
primavera, se cubre de flores doradas,
las que parecían contemplar el paraje
donde conoció a su amado. El joven
ona la buscó en vano por toda la
región, hasta morir de pena.
La bruja, al darse cuenta del daño que
había causado, hizo que esas flores, al
caer, se convirtieran en un dulce fruto
de color púrpura. Y ese fruto es el
corazón de la hermosa tehuelche.
Fuente: Leyendas Paganas