27/4/14

Revolución industrial

Cuando la revolución industrial
irrumpió con fuerza en el seno de la
sociedad inglesa, había una cultura,
hombres y mujeres que trabajaban y
luchaban para vivir mejor, una forma
de vida en definitiva. El nuevo orden
que impuso la industrialización
significó una ruptura con una
determinada concepción del mundo.
Esos hombres y esas mujeres, de
tradiciones heredadas a lo largo del
siglo XVIII que les convertían en ‘el
inglés libre de nacimiento’, vieron –y
vivieron–, cómo todo cambiaba a su
alrededor y cómo se les escapaba una
manera de vivir que, si bien nada
tenía que envidiar a la sociedad
industrial en cuanto a ciertos
aspectos materiales, les permitía vivir
más libres y, por tanto, más felices.
Y es que hay que preguntarse con
qué valores aquellas personas
juzgaban la sociedad de su época,
época en la que se debatían dos
tipos de producción, de comunidad y
de vida diferentes. Hay que señalar
que entre 1780 y 1840 el pueblo de
Gran Bretaña sufrió un generalizado
empobrecimiento vital: el jornalero
agrícola perdió sus derechos
comunales y los vestigios de la
democracia aldeana, el artesano gran
parte de su trabajo e independencia,
el niño se vio separado del ambiente
laboral en familia, las mujeres del
cuidado de sus hijos...
La revolución industrial supuso, pues,
un choque cultural de suma
trascendencia y un deterioro del nivel
de vida de los trabajadores. Los años
de la industrialización fueron años de
represión y miseria para la clase
obrera inglesa y, progresivamente,
para todos los obreros de todos los
lugares por donde esta fue
extendiéndose.
¿Progreso?

“Lucha de clases e industrialización” (1980)
Imagen: “Hilanderas de lino en
Laren” (1889), óleo de Max
Liebermann