27/6/14

MANET

Édouard Manet (23 de enero de 1832 - 30 de abril de 1883) fue un pintor francés, reconocido por la influencia que ejerció sobre los iniciadores del impresionismo.
De todos los artistas de su tiempo,
Manet era quizás el más contradictorio. Aunque se le consideraba un personaje controvertido y rebelde, Manet se
pasó casi toda su vida buscando la
fama y la fortuna, y lo que quizás sea más importante, un pintor que ahora es aceptado como uno de los grandes, solía mostrarse inseguro de su dirección artística y profundamente herido por las críticas hacia su obra.
Tuvo que esperar al final de su vida para conseguir el éxito que su talento merecía. Pese a que se le considero uno de los padres del Impresionismo, nunca fue un impresionista en el sentido estricto de la palabra. Por ejemplo, jamás expuso con el grupo y nunca dejó de acudir a los Salones oficiales, aunque le rechazaran.
Afirmaba que «no tenía intención de acabar con los viejos métodos de pintura ni de crear otros nuevos».
Sus objetivos no eran compatibles con los de los impresionistas, por mucho que se respetaran mutuamente.
A Edouard Manet lo podemos considerar una figura a caballo entre dos mundos: El Realismo y el Impresionismo. Son muchos los que han calificado su estilo como Naturalista por cuanto se basa en la observación de la realidad y en la plasmación de ésta sin violación ninguna.
Viajó a España, le impresionó su forma de vida, sus costumbres, el folclore, el mundo de toreros y manolas. Tuvo la oportunidad
de conocer el arte de pintores de la talla de Velázquez y Goya, ambos influyen en su obra definitivamente.
Manet es un pintor de la vida moderna, él encarna el prototipo de artista que reclamaba Baudelaire.
Bien es verdad que sus obras suscitaron escándalos de los más conocidos en la Historia del Arte, pero nuestro pintor nunca se propuso ser un radical indómito, al modo de Courbet. Simplemente el mundo no estaba preparado para asumir un arte lleno de verdad como el suyo,
una pintura en que la vida se presenta tal cual, sin adorno ni metáfora.
En 1863 presenta su Desayuno sobre la hierba (Déjeuner sur l´herbe), la obra suscitó la hostilidad entre los críticos conservadores y supuso un gran descubrimiento para un grupo de jóvenes que más tarde encarnarían el espíritu del Impresionismo. Es sabido que el tema ya contaba con antecedentes del Renacimiento: Giorgione, Tiziano, Rafael..., pero Manet lo interpreta adecuándolo a la modernidad. Lo mismo sucede con su Olimpia. Para su desnudo, no necesitó diosas ni musas como en el Renacimiento y el Barroco, ni refinamientos sutiles de línea ingresca, sino que presenta el desnudo de una prostituta, una mujer de la vida contemporánea. Allí donde todos vieron burla no había más que modernidad y veracidad. Para captar la realidad y su fugacidad se hizo inevitable la utilización de una pincelada rápida y empastada.
Este rasgo es el que después identifica al Impresionismo. Sin duda, podría afirmarse que con Manet se inaugura la pintura moderna.

Imagen: Desayuno en la hierba.

Fuente: http://www.spanisharts.com/