Algunos autores han sugerido que 
 SETI (el proyecto de búsqueda de 
 inteligencia extraterrestre) y sus 
 científicos se hallan involucrados en 
 una búsqueda que en poco se 
 diferencia de la puramente teológica, 
 ya que si las CETs (civilizaciones 
 extraterrestres) son probablemente 
 mucho más avanzadas que nosotros, 
 vemos a los alienígenas como seres 
 omniscientes y omnipotentes, como 
 dioses, en consonancia con la tercera 
 ley de Clarke, que afirma que 
 "cualquier tecnología suficientemente 
 avanzada es indistinguible de la 
 magia"). Otros autores, en cambio, 
 piensan todo lo contrario, y así afirman 
 que sabemos lo suficiente para no ver 
 a los extraterrestres como dioses o 
 magos. Incluso se ha argumentado 
 que Dios, el creador del universo, de 
 nuestro universo, existe. Y aún más, ya 
 que como Dios está en todas partes, 
 nuestra búsqueda de inteligencias 
 extraterrestres quedaría plenamente 
 satisfecha si encontrásemos a Dios. 
 Existe una especulación en el mundo 
 de la física teórica que podría, en caso 
 de que fuese confirmada, demostrar la 
 existencia de muchos otros universos 
 que probablemente conducirían al 
 desarrollo de CETs; es más, quizá una 
 de esas CETs hubiese creado nuestro 
 propio universo. En este sentido, 
 serían Dios. La teoría o modelo físico 
 capaz de responder la pregunta sería 
 "una teoría de todo" (theory of 
 everything), la tan tenazmente 
 perseguida durante tantos años por el 
 mismísimo Albert Einstein sin 
 resultados, un modelo que unificaría 
 todas las fuerzas conocidas de la 
 naturaleza: gravitatoria, nuclear fuerte, 
 nuclear débil y electromagnética. 
 La mejor candidata hasta el momento 
 para conformar esta teoría de todo es 
 la conocida como teoría M. Aunque no 
 está totalmente desarrollada, ni mucho 
 menos (algunas de sus herramientas 
 matemáticas aún están por inventar), 
 parece que la teoría M es la gran 
 esperanza de muchos investigadores 
 para dar respuesta a las grandes 
 preguntas sobre el universo. Existen, 
 sin embargo, indicaciones de que la 
 teoría tendrá una serie de parámetros 
 (como, por ejemplo, las masas de las 
 partículas fundamentales y las 
 intensidades relativas de las fuerzas 
 fundamentales) cuyos valores deben 
 ser introducidos "a mano". Las 
 ecuaciones de la teoría final podrían 
 afirmar, por ejemplo, que las masas de 
 los electrones o el valor de la 
 constante cosmológica no son nulas 
 pero, en cambio, no explicar sus 
 valores exactos, por qué éstos no son 
 más grandes o más pequeños. Cuando 
 un modelo físico fracasa en esto, en 
 explicar por qué los parámetros 
 fundamentales presentan los valores 
 que observamos, lo que tenemos en 
 realidad es una teoría que describe 
 una multitud de posibles universos: un 
 multiverso. Cada uno de estos 
 universos presenta distintos valores de 
 los parámetros fundamentales. 
 La vida requiere química, la química 
 necesita estrellas, las estrellas necesitan 
 galaxias y todas ellas requieren que los 
 anteriores parámetros presenten 
 valores comprendidos en un 
 determinado rango. Si la interacción 
 nuclear fuerte fuese más pequeña de 
 la que conocemos, no existirían 
 núcleos atómicos estables; si la 
 constante cosmológica fuese diferente, 
 el universo sería muy distinto del que 
 conocemos. 
 Lee Smolin ha estimado que la 
 probabilidad de que eligiendo un 
 conjunto de parámetros 
 fundamentales al azar nos saliese un 
 universo capaz de albergar vida es de 1 
 entre 10 elevado a 229 (la de acertar 6 
 resultados en la Lotería Primitiva es de 
 1 entre casi 14 millones). Así, una 
 primera aproximación para explicar los 
 valores de los parámetros del modelo 
 es que éstos han sido producto del 
 azar. 
 Una segunda aproximación consiste en 
 invocar el denominado "principio 
 antrópico". Quizá fue Dios quien ajustó 
 los parámetros a unos valores 
 adecuados para el desarrollo de la 
 vida. O quizá existen muchos 
 universos y en cada uno de ellos se da 
 un conjunto de valores diferentes de 
 los parámetros e incluso de las leyes 
 de la física. Nosotros vivimos, 
 sencillamente, en uno que permite 
 nuestra existencia. 
 La tercera aproximación, debida a 
 Smolin, consiste en aplicar las ideas 
 darwinistas a la cosmología. Quizá las 
 ecuaciones no puedan explicar los 
 ajustes tan finos de algunas constantes 
 fundamentales, pero los procesos 
 evolutivos puede que sí. Smolin 
 sugiere que los parámetros, las 
 constantes del mundo físico (puede 
 que hasta las mismas leyes físicas) han 
 evolucionado hasta alcanzar su actual 
 forma a través de un proceso similar a 
 la mutación y a la selección natural. El 
 punto de partida de Smolin es que la 
 formación de un agujero negro en un 
 universo da lugar al nacimiento de 
 otro universo diferente y en 
 expansión. Los parámetros 
 fundamentales del universo bebé son 
 ligeramente distintos de los del 
 universo papá. Así, nuestro universo se 
 generó a partir de la formación de un 
 agujero negro en universo padre con 
 unas constantes físicas similares a las 
 del nuestro. Un universo con 
 parámetros que permitan la formación 
 de agujeros negros tiene prole, 
 descendencia que, a su vez, produce 
 otros agujeros negros. En cambio, un 
 universo con un conjunto de 
 parámetros que no permitan la 
 creación de agujeros negros no 
 producirá descendencia. De esta 
 manera, los universos más probables 
 serán aquellos en los que se formen 
 más agujeros negros. 
 Ahora bien, según lo que sabemos 
 sobre evolución estelar, la forma más 
 eficiente de producir agujeros negros 
 consiste en hacer colapsar estrellas 
 masivas. Es, pues, esperable que la 
 evolución cósmica haya dado lugar a 
 una preponderancia de universos en 
 los que abunden las estrellas. Y un 
 universo con parámetros físicos que 
 dan lugar a estrellas es un universo 
 que, inevitablemente, posee núcleos 
 pesados, química y escalas de tiempo 
 suficientemente largas como para que 
 emerjan fenómenos o estructuras 
 complejos, como la vida. El ajuste fino 
 de las constantes favorece la 
 producción de agujeros negros más 
 que la producción de vida. 
 Todo lo anterior, evidentemente, es 
 pura especulación. No hay forma 
 actualmente de saber si un agujero 
 negro es capaz de dar a luz a un 
 universo en expansión. Asimismo, 
 surgen infinidad de cuestiones que 
 tampoco sabemos responder: ¿un 
 agujero negro alumbra siempre un 
 universo? ¿qué sucede cuando se 
 funden dos o más agujeros negros? 
 ¿juegan algún papel la masa, la carga 
 del agujero negro? 
 Aunque preguntas como las 
 precedentes no tengan respuesta 
 hasta que dispongamos de una teoría 
 cuántica de la gravedad y la idea de 
 Smolin aglutine ideas científicas como 
 la evolución, la relatividad y la 
 mecánica cuántica, la verdad es que 
 permite una predicción específica con 
 la que se puede someter a prueba la 
 teoría. Esta predicción es que, como 
 vivimos en un universo que crea 
 muchos agujeros negros y podemos 
 suponer que los parámetros 
 fundamentales están próximos a los 
 valores óptimos para la formación de 
 agujeros negros, un cambio en 
 cualquiera de ellos conduciría a un 
 universo con menos agujeros negros. 
 Modificar todos los parámetros del 
 modelo simultáneamente y predecir lo 
 que ocurriría aún no sabemos hacerlo. 
 Por su parte, Edward Harrison aún va 
 más alla que Smolin y se plantea lo 
 siguiente: ¿y si fuésemos capaces de 
 hacer nosotros mismo agujeros 
 negros? Si la teoría de Smolin fuese 
 correcta, estaríamos incrementando la 
 probabilidad de que otros universos 
 albergasen vida inteligente. En un 
 futuro lejano podríamos crear 
 universos bebés y quizá nuestro 
 propio universo fuese creado por una 
 civilización inteligente suficientemente 
 avanzada. Puede que nosotros nos 
 pudiésemos convertir en dioses, en 
 creadores de universos. 
  
 Sergio L. Palacios 
 http://fisicacf.blogspot.com.es/
