A principios del sigo XIII, Bernard de 
 Casnac, poderoso señor de 
 Castelnaud, es ferviente defensor de la 
 fe cátara. Simon de Montfort, quien 
 lidera la cruzada en contra de los 
 albigenses, se apodera de Castelnaud 
 en 1214. En 1215, Bernard de Casnac 
 reconquista el Castillo que finalmente 
 será incendiado al cabo de unos 
 meses, por orden del Arzobispo de 
 Burdeos. Se reconstruye en el 
 transcurso del siglo XIII, de esta época 
 es el Torreón cuadrado del homenaje. 
 El lugar sigue imponiéndose como uno 
 de los más poderosos del Périgord. A 
 pesar de su rivalidad con Beynac, 
 vecino y hermano enemigo, los dos 
 monstruos de piedra no se enfrentan 
 directamente. 
 En 1337 estalla la Guerra de los Cien 
 Años. El Castillo, tras el matrimonio de 
 Magne de Castelnaud con Nompar de 
 Caumont, entra en la familia de éste 
 que apoya a los ingleses, mientras que 
 los Barones de Beynac están a favor 
 de los franceses. En poco más de un 
 siglo, el Castillo cambia siete veces de 
 bando. En 1442, los franceses triunfan 
 definitivamente, después de un asedio 
 de tres semanas ordenado por 
 Charles-VII. Una vez acabado el 
 conflicto, los Castelnaud recuperan el 
 Castillo y lo vuelven a construir. Dos 
 torres semicirculares provistas de 
 cañoneras protegen el patio bajo. Se 
 construyen un puente levadizo y una 
 nueva barbacana. Por otra parte, una 
 amplia área residencial se edifica al 
 lado de la Torre del homenaje. 
 Castelnaud se mantiene como centro 
 de mando del señorío y la torre de 
 artillería, construida en 1520, es la que 
 mejor simboliza el poderío del lugar. 
 Los Caumont eligen la religión 
 reformada. El Capitán Geoffroy de 
 Vivans, nacido en el Castillo, defiende 
 la fortaleza y se esfuerza por combatir 
 contra los católicos con empeño. Le 
 temen en toda la región, tanto que 
 nadie se atrevió a atacar Castelnaud 
 durante las guerras de religión. Los 
 Caumont siguen siendo los dueños del 
 lugar, aunque ya no viven en él. 
 Después de la Revolución la 
 vegetación invade el Castillo y se 
 convierte en Cantera. En 1832, cuando 
 el tráfico fluvial y la emancipación de la 
 aldea exigen la construcción de un 
 cargadero para el puerto, se toman las 
 piedras de la parte sur del Castillo. 
 En 1966, los nuevos propietarios, 
 Philippe y Véronique Rossillon, 
 consiguen que el Castillo sea 
 declarado Monumento Histórico. Hoy 
 pertenece a su hijo Kléber Rossillón, 
 presidente de la FNASSEM (Fundación 
 Nacional de las Asociaciones de 
 Salvaguarda de Lugares y Conjuntos 
 Monumentales). Fue renovado entre 
 los años 1974 y 1980 y el Museo de la 
 Guerra Medieval inaugurado en 1985. 
 Una segunda campaña de renovación 
 empezó en 1996 y acabó en el 2005 
 con la rehabilitación del Baluarte.
