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17/7/15

La locomotora humana

Fragmento del libro "Correr" de Jean Echenoz

"Hay corredores que parecen volar, otros bailar, otros desfilar, otros parecen avanzar como sentados sobre las piernas. Algunos dan tan sólo la impresión de ir lo más rápido posible a donde acaban de llamarlos. Emil, nada de todo eso.
Emil parece que se encoja y desencoja como si cavara, como en trance. Lejos de los cánones
académicos y de cualquier prurito de elegancia, Emil avanza de manera pesada, discontinua, torturada, a intermitencias. No oculta la violencia de su esfuerzo, que se traduce en su rostro crispado, tetanizado, gesticulante, continuamente crispado por un rictus que resulta ingrato a la vista. Sus rasgos se distorsionan, como desgarrados por un horrible sufrimiento, la lengua fuera intermitentemente, como si tuviera un escorpión alojado en cada zapatilla de deporte. Está como ausente cuando corre, tremendamente ausente, tan concentrado que ni parece estar cuando está ahí más que nadie, y su cabeza, encogida entre los hombros, sobre el cuello siempre inclinado hacia el mismo lado, se balancea sin cesar, se bambolea y oscila de derecha a izquierda.
Puños cerrados, contorsionando caóticamente el tronco, Emil hace también todo tipo de cosas con los brazos. Cuando todo el mundo os dirá que se corre con los brazos. A fin de propulsar mejor el cuerpo, los miembros superiores deben utilizarse para aligerar las piernas de su propio peso: en las pruebas de fondo, el mínimo de movimientos con la cabeza y brazos mejora el rendimiento. Pues Emil hace exactamente lo contrario, parece correr sin que le importen los brazos, cuya impulsión convulsiva arranca de demasiado arriba, describiendo curiosos desplazamientos, a ratos alzados o proyectados hacía atrás, colgando o abandonados a una absurda gesticulación, y sacude también los hombros levantando exageradamente los codos como si transportase una carga demasiado pesada. Mientras corre parece un boxeador luchando contra su sombra, por lo que todo su cuerpo se asemeja a un mecanismo descompuesto, dislocado, doloroso, salvo por la armonía de sus piernas, que muerden y mastican la pista con voracidad. En suma, no hace nada como los demás...."
Jean Echenoz. Correr. Anagrama, 2010)

31/10/14

MODIANO

"Por desgracia, nos controlan las  lecturas. En 1962, me expulsarán unos días por haber leído El trigo en ciernes. Gracias a mi profesor de francés, el padre Accambray, obtendré un permiso "especial" para leer Madame Bovary, que tienen prohibido los demás alumnos. He conservado ese ejemplar del libro, en el que pone: "Visto bueno. Clase de quinto", con la firma del canónigo Janin, el director del colegio. El padre Accambray me aconsejó una novela de Mauriac, Los caminos del mar, que me gustó mucho, sobre todo el final, tanto que todavía hoy recuerdo la última frase: "... como en las madrigueras negras de antaño"

Fragmento de "Un pedigrí" - 2004
Patrick Modiano

26/9/14

MIGUEL DE UNAMUNO.- NIEBLA

"No hacemos sino representar cada uno su papel. ¡Todos personas, todos caretas, todos cómicos. Nadie sufre ni goza lo que dice y expresa y acaso dice que goza y acaso cree que goza y sufre; si no, no se podría vivir. En el fondo estamos tan tranquilos.
Como yo ahora aquí, representando a solas mi comedia, hecho actor y espectador a la vez. No mata más que el dolor físico. La única verdad es el hombre fisiológico, el que no habla, el que no miente"

Imagen: James Ensor.- Autorretrato con máscaras

DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR

Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos que nos amamos, y nos amamos, no lo dudo. Yo amo a Terri y Terri me ama a mí, y también vosotros os amáis. Ya sabéis a qué tipo de amor me refiero ahora. Al amor físico, ese impulso que te arrastra hacia alguien concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona. (...) Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo.

Raymond Carver: “De qué hablamos cuando hablamos de amor” (1981), fragmento.
Imagen: “La confluencia de las almas” (1896), óleo de Max Švabinský.

19/9/14

Il visconte dimezzato

Era la aurora y al borde la charca la exigua figura de Medardo, envuelta en la capa negra, se reflejaba en el agua, donde flotaban setas blancas o amarillas o color tierra. Eran las mitades de las setas que él había llevado, y ahora estaban diseminadas por aquella superficie transparente. En el agua, las setas parecían completas y el vizconde las miraba…
Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía
verlo todo y no veía más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa. Y también tú querrás que todo esté demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen sólo en aquello que está hecho a trozos.
La ballesta del vizconde disparaba desde hacía tiempo sólo a las golondrinas, pero no para
matarlas, sólo para herirlas y tullirlas. Pero ahora empezaban a verse en el cielo golondrinas con
las patitas vendadas y entablilladas, o con las alas pegadas o con esparadrapo; había toda una bandada de golondrinas recompuestas que volaban con prudencia todas juntas como convalecientes de un hospital pajaril, e inverosímilmente se decía que el propio Medardo era el doctor.
-Pero vos sois distinto; algo chalado también, pero bueno.
Entonces el buen Medardo dijo: - Oh, Pamela, eso es lo bueno de estar partido por la mitad: el
comprender en cada persona y cosa del mundo la pena que cada uno y cada una siente por estar
incompleto. Yo estaba entero y no entendía, y me movía sordo e incomunicable entre los dolores y
las heridas sembrados por todas partes, allí donde, estando entero, uno menos se atreve a creer.
No sólo yo, Pamela, soy un ser partido por la mitad y separado, también lo eres tú y todos. Ahora
tengo una fraternidad que antes, entero, no conocía: con todas las mutilaciones y las carencias del
mundo. Si vienes conmigo, Pamela, aprenderás a sufrir con los males de los demás y a sanar los tuyos curando los de ellos.
- Padre – le dijo uno de sus hijos -, os veo mirar hacia el valle, como si esperaseis la llegada de
alguien.
- Esperar es propio del hombre – respondió Ezequiel -, y del hombre justo, esperar con fé...

El vizconde demediado (Italo Calvino)
Il visconte dimezzato, 2002
Ed. Siruela, 2009
Traducción: Esther Benítez

23/7/14

EL LORO DE FLAUBERT (Fragmentos) JULIAN BARNES

"Los libros dicen: ella hizo esto porque. La vida dice: ella hizo esto. En los libros las cosas quedan explicadas; en la vida, no. No me extraña que la gente prefiera los libros. Los libros le dan sentido a la vida. El único problema radica en que las vidas a las que dan sentido son las de otros, jamás a la del lector."
"Se puede definir una red de dos maneras, según cuál sea el punto de vista que se adopte. Normalmente, cualquier persona diría que es un instrumento de malla que sirve para atrapar peces. Pero, sin perjudicar excesivamente la lógica, también podría invertirse la imagen y definir la red como hizo en una ocasión un jocoso lexicógrafo: dijo que era una colección de agujeros atados con un hilo."
"A mí no me gustan las coincidencias. Las encuentro un tanto espeluznantes: durante un momento te das cuenta de lo que significaría vivir en un mundo ordenado y gobernado por Dios, un mundo en el que El estuviera todo el día mirando por encima de tu hombro y dejando caer, como quien no quiere la cosa, como si pretendiera echarte una mano, transparentes indirectas acerca de la existencia de un plan cósmico. Prefiero pensar que las cosas son caóticas, que andan a su aire, que están permanente y temporalmente chifladas; prefiero sentir la certidumbre de la ignorancia, la brutalidad y la locura humanas."
Son fragmentos de "El loro de Flaubert" (1984), un libro que es obra del escritor inglés Julian Barnes (1946) y en el que se hace una visita alrededor de la figura de Flaubert, para lo que Barnes se sirve del Doctor Goeffrey Braithwaite, un experto en la figura del autor de Madame Bovary que en su viaje por seguir los lugares importantes en la vida del escritor y escudriñar los pequeños detalles que puedieran definirlo, encontrará en un determinado lugar, un loro disecado llamado "Loulou" que sirvió como inspiración para "Un coeur simple", una de las obras menores del escritor francés. El caso es que posteriormente en otro de los lugares relacionados con Flaubert encontrará otro loro disecado y la duda se convierte en algo insoportable para alguien que aspira a saberlo todo sobre aquella persona en la que se postula un experto: ¿cúal de los dos loros es el auténtico?. Esta novela de Julian Barnes tuvo mucho predicamento en su día y su habilidad para engarzar la pura ficción con hechos reales le procuró bastante fama al autor.

13/10/13

MIGUEL DELIBES SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS

“Amaba el libro, pero el libro
espontáneamente elegido. Ella
entendía que el vicio o la virtud de
leer dependían del primer libro.
Aquel que llegaba a interesarse por
un libro se convertía inevitablemente
en esclavo de la lectura. Un libro te
remitía a otro libro, un autor a otro
autor, porque en contra de lo que
solía decirse, los libros nunca te
resolvían problemas sino que te los
creaban, de modo que la curiosidad
del lector nunca quedaba satisfecha.
Y, al apelar a otros títulos, iniciabas
una cadena que ya no podía concluir
sino con la muerte. Sentía avidez por
la letra impresa. Y me la contagió.
Fue ella la que me aproximó a los
libros, a ciertos libros y autores. En
realidad, me abrió las puertas de ese
mundo.”
“Ninguno de los dos era sincero pero
lo fingíamos y ambos aceptábamos,
de antemano, la situación. Pero las
más de las veces, callábamos. Nos
bastaba con mirarnos y sabernos.
Nada nos importaban los silencios.
Estábamos juntos y era suficiente.
Cuando ella se fue todavía lo vi más
claro: aquellas sobremesas sin
palabras, aquellas miradas sin
proyecto, sin esperar grandes cosas
de la vida eran sencillamente la
felicidad. Yo buscaba en la cabeza
temas de conversación que pudieran
interesarla, pero me sucedía lo mismo
que ante el lienzo en blanco: no se
me ocurría nada. A mayor empeño,
mayor ofuscación. Se lo expliqué una
mañana que, como de costumbre,
caminábamos cogidos de la mano:
¿Qué vamos a decirnos? Me siento
feliz así, respondió ella.”
"En la vida has ido conociendo
algunas cosas pero has fallado en lo
esencial, es decir, has fracasado. Esa
idea te deprime y entonces es cuando
buscas apresuradamente un remedio
para poder arrastrar con dignidad el
futuro. Ahora no tendré a nadie a
mano cuando me asalte el miedo."
"Señora de rojo sobre fondo gris" es
una novela del escritor español
Miguel Delibes publicada en 1991,
una bellísima narración que nos
cuenta de un prestigioso pintor, que
sumido en una grave crisis creativa,
va hilando ante su hija sus recuerdos
más íntimos en un monólogo que es a
la vez homenaje y exorcismo. Su
relato se centra en dos
acontecimientos: la detención de su
hija y su yerno por motivos políticos
y, fundamentalmente, la enfermedad
y muerte de su mujer, Ana, a los
cuarenta y ocho años de edad tras
una operación. Ana contagiaba una
sensación de belleza y plenitud que
cobró su verdadero alcance sobre el
fondo gris de lo cotidiano y los
sinsabores de la enfermedad. Historia
de un amor en carrera desenfrenada
hacia la muerte y sobrecogedora
semblanza de un personaje femenino.
El pintor va contando a su hija la
relación que tuvo con su mujer, su
musa y como ha perdido la
inspiración desde que ella falta, no
logrando poder pintar nada nuevo.
El nombre del libro viene del nombre
de un cuadro. Ana tenía simpatía por
un viejo pintor, García Elvira, al que
atendía tras haberse quedado viudo.
García Elvira es el que la retrata: "fue
en esa etapa cuando le pintó el
famoso retrato con el vestido rojo.
[...] eludió el fondo; únicamente una
mancha gris azulada, muy oscura, en
contraste con el rojo del vestido".
Entonces es el narrador el que hace
ver sus celos por el pintor, que
intenta seducir a su mujer, y por su
obra, pues no podía soportar que
hubiese sido otro el que la captó en
todo su esplendor.

7/10/13

Paul Auster . El palacio de la luna

"[...] Yo había saltado desde el borde
del acantilado y justo cuando estaba
a punto de dar contra el fondo,
ocurrió un hecho extraodrinario: me
enteré de que había gente que me
quería. Que le quieran a uno de ese
modo lo cambia todo. No disminuye
el terror de la caída, pero te da una
nueva perspectiva de lo que significa
ese terror. Yo había saltado desde el
borde y entonces, en el último
instante, algo me cogió en el aire.
Ese algo es lo que defino como amor.
Es la única cosa que puede detener la
caída de un hombre, la única cosa lo
bastante poderosa como para
invalidar las leyes de la gravedad."

4/10/13

"Las almas gemelas"

"La aspiración de nuestra vida es
siempre la de amar y ser amados; la
de unir en un solo ser dos
voluntades, dos almas, dos
pensamientos. Dante buscó para
Beatriz un lugar en el cielo, en el
infierno y en el purgatorio, ¡y halló, al
fin, que el cielo de una mujer amada
es el alma del que la amó!. (...) La
mujer, para amar, es preciso que
admire, que respete y estime. ¡Es
imposible que una mujer ame a un
hombre que moralmente valga menos
que ella!. Así son tan desgraciadas
las mujeres que sobresalen en
talento e instrucción al hombre al
que están unidas; ellas no pueden
amarles, y ellos no les perdonan
jamás el ridículo de valer menos."

El cuadro es "Los amantes" de Rene
Magritte.

PATROCINIO DE BIEDMA Y LA
MONEDA (1848-1927)

24/9/13

RAYUELA

“Toco tu boca, con un dedo todo el
borde de tu boca, voy dibujándola
como si saliera de mi mano, como si
por primera vez tu boca se
entreabriera, y me basta cerrar los
ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la
boca que deseo, la boca que mi mano
elige y te dibuja en la cara, una boca
elegida entre todas, con soberana
libertad elegida por mí para dibujarla
con mi mano en tu cara, y que por un
azar que no busco comprender
coincide exactamente con tu boca
que sonríe por debajo de la que mi
mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada
vez más de cerca y entonces jugamos
al cíclope, nos miramos cada vez más
cerca y los ojos se agrandan, se
acercan entre sí, se superponen y los
cíclopes se miran, respirando
confundidos, las bocas se encuentran
y luchan tibiamente, mordiéndose
con los labios, apoyando apenas la
lengua en los dientes, jugando en
sus recintos, donde un aire pesado va
y viene con un perfume viejo y un
silencio. Entonces mis manos buscan
hundirse en tu pelo, acariciar
lentamente la profundidad de tu pelo
mientras nos besamos como si
tuviéramos la boca llena de flores o
de peces, de movimientos vivos, de
fragancia oscura. Y si nos mordemos
el dolor es dulce, y si nos ahogamos
en un breve y terrible absorber
simultáneo del aliento, esa
instantánea muerte es bella. Y hay
una sola saliva y un solo sabor a fruta
madura, y yo te siento temblar contra
mí como una luna en el agua.”
La imagen es obra de la gran
fotógrafa Sara Facio.

25/3/13

Rayuela

"Pero el amor, esa palabra...
Moralista Horacio, temeroso de
pasiones sin una razón de aguas
hondas, desconcertado y arisco en
la ciudad donde el amor se llama
con todos los nombres de todas las
calles, de todas las casas, de todos
los pisos, de todas las habitaciones,
de todas las camas, de todos los
sueños, de todos los olvidos o los
recuerdos. Amor mío, no te quiero
por vos ni por mí ni por los dos
juntos, no te quiero porque la
sangre me llame a quererte, te
quiero porque no sos mía, porque
estás del otro lado, ahí donde me
invitás a saltar y no puedo dar el
salto, porque en lo más profundo de
la posesión no estás en mí, no te
alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu
risa, hay horas en que me
atormenta que me ames (cómo te
gusta usar el verbo amar, con qué
cursilería lo vas dejando caer sobre
los platos y las sábanas y los
autobuses), me atormenta tu amor
que no me sirve de puente porque
un puente no se sostiene de un solo
lado, jamás Wright ni Le Corbusier
van a hacer un puente sostenido de
un solo lado, y no me mires con
esos ojos de pájaro, para vos la
operación de] amor es tan sencilla,
te curarás antes que yo y eso que
me querés como yo no te quiero.
Claro que te curarás, porque vivís
en la salud, después de mí será
cualquier otro, eso se cambia como
los corpiños. Tan triste oyendo al
cínico Horacio que quiere un amor
pasaporte, amor pasamontañas,
amor llave, amor revólver, amor
que le dé los mil ojos de Argos, la
ubicuidad, el silencio desde donde
la música es posible, la raíz desde
donde se podría empezar a tejer
una lengua. Y es tonto porque todo
eso duerme un poco en vos, no
habría más que sumergirte en un
vaso de agua como una flor
japonesa y poco a poco empezarían
a brotar los pétalos coloreados, se
hincharían las formas combadas,
crecería la hermosura. Dadora de
infinito, yo no sé tomar,
perdoname. Me estás alcanzando
una manzana y yo he dejado los
dientes en la mesa de luz. Stop, ya
está bien así. También puedo ser
grosero, fájate. Pero fijate bien,
porque no es gratuito". (Cap. 93)

1963-2012
"Rayuela" (Julio
Cortázar)

5/3/13

EL LABERINTO DE LAS ACEITUNAS (1982) - Fragmento.

«-No se me pasa por alto –peroré,
pues- que ha sonado la hora fatídica
de mirar hacia atrás con la serena
lucidez del que sabe que va a caer el
telón y que, a poco que remolonee,
no tendrá que hacer balance. No
diré que dejo este mundo sin pena;
entre los muchos sentimientos
contradictorios e inoportunos que
en mi ánimo luchan con resultados
generalmente nefastos no están el
estoicismo preclaro ni la elegante
resignación. Es triste constatar, al
levar anclas, que jamás he poseído
las virtudes más excelsas de la
hombría: soy egoísta, timorato,
mudable y embustero. De mis
errores y pecados no he salido ni
sabio ni cínico, ni arrepentido ni
escarmentado. Dejo mil cosas por
hacer y otras mil por conocer, de
entre las que citaré, a título de
ejemplo, las siguientes: ¿por qué
ponen huevos las gallinas?, ¿por qué
el pelo de la cabeza y el de la barba,
estando tan juntos, son tas
distintos?, ¿por qué nunca he
conocido a una mujer tartamuda?,
¿por qué los submarinos no tienen
ventanas para ver el fondo del
mar?, ¿por qué los programas de
televisión no son un poco mejores?
Ídem creo que la vida podría ser
más agradable de lo que es, pero es
probable que esté equivocado, o
que no sea tan mala, sino sólo una
pizca banal. Tonto, indolente y
desinformado he llegado a ser lo
que soy; tal vez si hubiera sido más
cerril habría llegado más lejos.
Nadie elige su carácter y sólo Dios
sabe quién y cómo juzga nuestros
méritos. Si tuviera estudios lo
entendería todo. Como soy un asno,
todo es un enigma. No sé si me
pierdo gran cosa.»

EDUARDO MENDOZA (1943/----) España

"ÉTICA PARA AMADOR" (Fragmento)

“¿Qué pretendo decirte poniendo un
«haz lo que quieras» como lema
fundamental de esa ética hacia la
que vamos tanteando? Pues
sencillamente (aunque luego
resultará que no es tan sencillo, me
temo) que hay que dejarse de
órdenes y costumbres, de premios y
castigos, en una palabra, de cuanto
quiere dirigirte desde fuera, y que
tienes que plantearte todo este
asunto desde ti mismo, desde el
fuero interno de tu voluntad. No le
preguntes a nadie qué es lo que
debes hacer con tu vida:
pregúntatelo a ti mismo. Si deseas
saber en qué puedes emplear mejor
tu libertad, no la pierdas poniéndote
ya desde el principio al servicio de
otro o de otros, por buenos, sabios
y respetables que sean: interroga
sobre el uso de tu libertad… a la
libertad misma.”
El cuadro que acompaña el texto
tiene por título "El caminante sobre
el mar de nubes" y es obra del
pintor alemán Caspar David
Friedrich (1774 -1840)

17/2/13

Felicidad

Para ser feliz es necesario saber que
se es feliz. No hay felicidad en
dormir sin sueños, sino solamente
en despertarse sabiendo que se ha
dormido sin sueños.
La felicidad está fuera de la
felicidad.
No hay felicidad sino con
conocimiento. Pero el conocimiento
de la felicidad es infeliz; porque
saberse feliz es conocerse pasando
por la felicidad, y teniendo, en
seguida, que dejarla atrás. Saber es
matar, en la felicidad como en todo.
No saber, sin embargo, es no
existir.
(...)
Es ésta mi creencia, esta tarde.
Mañana por la mañana no será ésta,
porque mañana por la mañana seré
ya otro. ¿Qué creyente seré
mañana? No lo sé, porque sería
preciso estar allí para saberlo. Ni el
Dios eterno en el que hoy creo la
sabrá mañana ni hoy, porque hoy
soy yo y mañana quizás ya no haya
existido él nunca.
Libro del desasosiego (Fragmento)
Por Fernando Pessoa