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3/11/14

JULIO CORTÁZAR.- UNA CARTA DE AMOR

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta
prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos
inventamos
sea otro signo de la libertad.

Imagen: Man Ray

28/8/14

“Tu más profunda piel”

Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacía de tu rostro una máscara de joven faraón rubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste "Me da pena", y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.
Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.
Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego.
No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas.
En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.

“Último round “
Julio Florencio Cortázar (Ixelles, Región de Bruselas, 26 de agosto de 1914 - París, 12 de febrero de 1984)

12/4/14

Poema-homenaje que Cortazar le escribe a su amiga Alejandra Pizarnik

Bicho aquí,
aquí contra esto,
pegada a las palabras
pegadate reclamo.
Ya es la noche, vení,
no hay nadie en casa
salvo que ya están todas
como vos, como ves,
intercesoras,
llueve en la rue de l'Eperon
y Janis Joplin.
Alejandra, mi bicho,
vení a estas líneas, a este papel de
arroz
dale abad a la zorra,
a este fieltro que juega con tu pelo
(Amabas, esas cosas nimias
aboli bibelot d'inanité sonore
Venga, las gomas y los sobres
Venga, una papelería de juguete
Venga, el estuche de lápices
Venga, los cuadernos rayados)
Vení, quedate.
tomá este trago, llueve,
te mojarás en la rue Dauphine,
no hay nadie en los cafés repletos,
no te miento, no hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil encontrarse
es tanteste vaso es difícil,
es tanteste fósforo,
y no te gusta verme en lo que es mío,
en mi ropa en mis libros
y no te gusta esta predilección
por Gerry Mulligan,
quisieras insultarme sin que duela
decir cómo estás vivo, cómo
se puede estar cuando no hay nada
más que la niebla de los cigarrillos,
como vivís, de qué manera
abrís los ojos cada día
abris loNo puede ser, decís, no puede
ser.
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es así, Alejandra,
acurrucate aquí, bebé conmigo,
mirá, las he llamado,
vendrán seguro las intercesoras,
el party para vos, la fiesta entera,
el partyErszebet,
el partyKaren Blixen
ya van cayendo, saben
que es nuestra noche, con el pelo
mojado
suben los cuatro pisos, y las viejas
de los departamentos las espían
burbujLeonora Carrington, mirala,
burbujUnica Zorn con un murciélago
burbujClarice Lispector, agua viva,
burbujas deslizándose desnudas
frotándose a la luz, Remedios Varo
con un reloj de arena donde se agita
un láser
y la chica uruguaya que fue buena
con vos
sin que jamás supieras
su verdadero nombre,
qué rejunta, qué húmedo ajedrez,
qué maison close de telarañas, de
Thelonius
que largaonhermosa puede ser la
noche
con vos y Joni Mitchell
con vos y Hélène Martin
con vo,con las intercesoras
animulaon las iel tabaco
vagulaon las iaAnaïs Nin
blandulaon las vodka tónic
No te vayas, ausente, no te vayas,
jugaremos, verás, ya están llegando
con Ezra Pound y marihuana
con los sobres de sopa y un pescado
que sobrenadará olvidado, eso es
seguro,
en un palangana con esponjas
entre supositorios y jamás
contestados
etelegramas.
Olga es un árbol de humo, cómo
fuma
esa morocha herida de petreles,
¿Ves by Natalia Ginzburg, que desteje
¿Ves bel ramo de gladiolos que no
trajo.
¿Ves bicho? Así. Tan bien y ya. El
scotch,
Max Roach, Silvina Ocampo,
alguien en la cocina hace café
alguiensu culebra contando
alguenidos terronesontun beso
algueinLéo Ferré
No pienses más en las ventanas
el detráses masel afuera
Llueve en Rangoon--
Llueve en Rangoon--Y qué.
Aquí los juegos. El murmullo
Aqui lo(Consonantes de pájaro
Aqui lovocales de heliotropo)
Aquí, bichito. Quieta. No hay
ventanas ni afuera
y no llueve en Rangoon.
Aquí los juegos.

CARTA DE JULIO CORTÁZAR A ALEJANDRA PIZARNIK

Un año antes de que la poetisa, con treinta y seis años, se quitara la vida con una sobredosis de seconal sódico.

París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa.
Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya.
Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Julio

24/9/13

RAYUELA

“Toco tu boca, con un dedo todo el
borde de tu boca, voy dibujándola
como si saliera de mi mano, como si
por primera vez tu boca se
entreabriera, y me basta cerrar los
ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la
boca que deseo, la boca que mi mano
elige y te dibuja en la cara, una boca
elegida entre todas, con soberana
libertad elegida por mí para dibujarla
con mi mano en tu cara, y que por un
azar que no busco comprender
coincide exactamente con tu boca
que sonríe por debajo de la que mi
mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada
vez más de cerca y entonces jugamos
al cíclope, nos miramos cada vez más
cerca y los ojos se agrandan, se
acercan entre sí, se superponen y los
cíclopes se miran, respirando
confundidos, las bocas se encuentran
y luchan tibiamente, mordiéndose
con los labios, apoyando apenas la
lengua en los dientes, jugando en
sus recintos, donde un aire pesado va
y viene con un perfume viejo y un
silencio. Entonces mis manos buscan
hundirse en tu pelo, acariciar
lentamente la profundidad de tu pelo
mientras nos besamos como si
tuviéramos la boca llena de flores o
de peces, de movimientos vivos, de
fragancia oscura. Y si nos mordemos
el dolor es dulce, y si nos ahogamos
en un breve y terrible absorber
simultáneo del aliento, esa
instantánea muerte es bella. Y hay
una sola saliva y un solo sabor a fruta
madura, y yo te siento temblar contra
mí como una luna en el agua.”
La imagen es obra de la gran
fotógrafa Sara Facio.

27/3/12

INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA AL REVES.

En un lugar de la bibliografía del que
no quiero acordarme, se explicó
alguna vez que hay escaleras para
subir y escaleras para bajar; lo que no
se dijo entonces es que también puede
haber escaleras para ir hacia atrás. Los
usuarios de estos útiles artefactos
comprenderán, sin excesivo esfuerzo,
que cualquier escalera va hacia atrás si
uno la sube de espaldas, pero lo que
en esos casos está por verse es el
resultado de tan insólito proceso.
Hágase la prueba con cualquier
escalera exterior. Vencido el primer
sentimiento de incomodidad e incluso
de vértigo, se descubrirá a cada
peldaño un nuevo ámbito que, si bien
forma parte del ámbito del peldaño
precedente, al mismo tiempo lo
corrige, lo critica y lo ensancha.
Piénsese que muy poco antes, la última
vez que se había trepado en la forma
usual por esa escalera, el mundo de
atrás quedaba abolido por la escalera
misma, su hipnótica sucesión de
peldaños; en cambio, bastará subirla
de espaldas para que un horizonte
limitado al comienzo por la tapia del
jardín, salte ahora hasta el campito de
los Peñaloza, abarque luego el molino
de la Turca, estalle en los álamos del
cementerio y, con un poco de suerte,
llegue hasta el horizonte de verdad, el
de la definición que nos enseñaba la
señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y
las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo
más alto, bébase el cielo que le cae en
plena cara desde su inmenso embudo.
A lo mejor después, cuando gire en
redondo y entre en el piso alto de su
casa, en su vida doméstica y diaria,
comprenderá que también allí había
que mirar muchas cosas en esa forma,
que también en una boca, un amor,
una novela, había que subir hacia
atrás. Pero tenga cuidado, es fácil
tropezar y caerse. Hay cosas que sólo
se dejan ver mientras se sube hacia
atrás y otras que no quieren, que
tienen miedo de ese ascenso que las
obliga a desnudarse tanto; obstinadas
en su nivel y en su máscara se vengan
cruelmente del que sube de espaldas
para ver lo otro, el campito de los
Peñaloza o los álamos del cementerio.
Cuidado con esa silla; cuidado con esa
mujer.
Julio Cortázar