En el siglo XIX, Gunter Dreyer
descubrió una lápida con un escorpión
esculpido, junto con el Halcón Horus:
símbolo de realeza.
Era el Rey Escorpión, que se supone
reinó hacia el 3100 a. C, en la época en
la que el Alto Egipto conquistó el Bajo:
época importante de unificación.
No obstante, hay dudas acerca de su
existencia, incluso: leyenda o realidad?.
Pero lo que sí parece es que conquistó
Hieracómpolis (Nejen),
transformándose en el gobernante
dominador del país.
El nombre “Escorpión”, pudo ser
debido a una comparación del rey con
la resistencia que tiene ese “bichito” en
el desierto, perpetuamente seco e
inhóspito. Y además, por su destreza
como guerrero en las batallas…
(¿habéis visto batirse a un escorpión
alguna vez? Es espectacular…).
De cualquier forma, en los anales, es
considerado como el primer rey de
Egipto.
Se encontró una talla de “Horus
Escorpión” con una azada en la mano:
símbolo estrechamente relacionado
con los ritos religiosos sobre la
apertura de los diques tras las
inundaciones del Nilo, junto con el
primer surco en el campo.
Importantísimo y esencial es la
agricultura en Egipto, lo es todo, y
relacionarla con el rey, algo
característico.
Existen dos tumbas en Umm el- Qaab,
de dos reyes Escorpión: I y II;
presumiblemente fueron padre e hijo,
aunque el II es el que nos ocupa en
este caso concreto: nuestro Horus
Escorpión, al que sucedió Ka, del que
menos se sabe aún… hablamos de
tiempos muy remotos, y apenas hay
testimonio, pero personalmente,
pienso que existió.
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3/8/12
24/6/12
El nombre secreto de Ra
Cuenta la leyenda que en un principio
no había luz. Solo existía la oscuridad y
una gran extensión de agua con el
nombre de Num. El poder de Nun era
tan grande que desde el interior de la
penumbra hizo brotar un huevo
grande y brillante. Y del interior de ese
huevo surgió Ra.
Ra tenía el poder de hacer lo que
quisiera, incluso cambiar de forma. Lo
que el nombraba, adquiría forma y se
volvía real. Era tan importante el poder
del nombre, que guardaba bien
secreto su propio nombre para que
nadie pudiera usarlo.
Ra se dispuso a crear el sol diciendo:
“Al amanecer me llamo Kephera, al
mediodía Ra y al atardecer Tem”. Y
entonces, el sol apareció posprimera
vez iluminando la oscuridad, se elevó
sobre el horizonte y al atardecer
descendió para volver a ocultarse.
Luego nombró a Shu, y los vientos se
congregaron por primera vez y
comenzaron a soplar.
Cuando Ra nombró a Tefnut, la lluvia
se hizo presente con sus gotas. Más
tarde nombró a Geb y con solo
nombrarla, se formó la tierra y para
hacerle compañía nombró a la diosa
Nut, y el firmamento se arqueó sobre
la tierra. Y cuando quiso coronar a
Egipto con el río Nilo, nombró a Hapi. Y
el Nilo comenzó a fluir a través de
Egipto fertilizando su amplio valle. Ra,
comenzó a nombrar una por una
todas las cosas que existen sobre la
tierra y estas se hicieron visibles
crecieron. Finalmente les dio nombre a
los hombres y a las mujeres, y desde
entonces la humanidad pobló la tierra.
Ra podía asumir la forma que quisiera.
Entonces, tomó la forma de un
hombre y se convirtió en el primer
faraón de Egipto.
Ra gobernó Egipto durante miles de
años llevando bienestar y prosperidad
a sus habitantes gracias a las fabulosas
cosechas y a sus magníficas leyes. Los
egipcios solo tenían palabras de
agradecimiento y no dejaban de
ensalzar su nombre.
Pero Ra, había tomado forma humana
y por lo tanto envejecía día a día. Un
buen día, los egipcios, dejaron de
respetarlo, comenzaron a burlarse de
su aspecto senil y a desobedecer sus
órdenes.
Ra no pudo evitar oír las burlas y
comentarios y cuando vio que los
hombres no obedecían las leyes, se
enojó de tal manera que decidió
convocar a los dioses que había
creado en un lugar secreto para pedir
consejo. Allí estaban Shu ,Tefnut, Geb,
Nut y Nun escuchando el problema
que aquejaba al dios Ra.
Nun habló diciendo:
- Lo que debes hacer es destruirlos con
la forma de tu hija, la diosa Sekhmet.
Los otros dioses, al ver el mal
comportamiento de los hombres, le
aconsejaron también destruir a los
hombres por intermedio de la diosa
Sekhmet.
Ra, con su ojo, que despedía una
mirada aterradora, creó a la diosa
Sekhmet. Feroz y sanguinaria cual
leona que persigue su presa y se
deleita en la matanza y en la sangre.
Siguiendo las órdenes de Ra,
desencadenó su furia sobre todos los
que ridiculizaron a su padre,
sembrando el terror y la desesperación
en todo Egipto.
Los hombres huían a esconderse, pero
la diosa Sekhmet, los perseguía y los
asesinaba relamiéndose con la sangre.
Cuando Ra vió lo que Sekhmet había
hecho la llamó a su presencia para
preguntarle si lo había obedecido.
Sekhmet le respondió que estaba feliz
porque había vengado a su padre Ra,
eliminando a todos los hombres que
éste le había entregado. Todo Egipto
estaba teñido del color de la sangre y
era imposible detener la furia de la
cruel y sanguinaria Sekhmet.
Pero Ra se apiadó de los hombres y
decidió hacer algo para frenar la
matanza. Envió entonces a mensajeros
rápidos y silenciosos en busca de
grandes cantidades de ámbar. Luego
ordenó preparar mucos litros de
cerveza hasta llenar siete mil jarras.
Más tarde, mandó mezclar el ámbar
con la cerveza. A la luz de la luna, la
cerveza adquiría el color rojo de la
sangre. Hizo llenar nuevamente las
jarras y envió a sus mensajeros a
volcarlas en el lugar donde se
encontraba Sekhmet. Al salir el sol,
Sekhmet estaba preparada para su
próxima cacería, cuando vio la tierra
inundada de color rojo y creyó que
sería sangre real porque no había
cerca ningún hombre. Se acercó y
bebió alborozada mientras reía y
disfrutaba pensando que era sangre.
Bebió tanto, que ese día, que presa de
la ebriedad, no pudo matar a ningún
hombre.
Cuando Sekhmet volvió ante la
presencia de Ra, el dios la recibió con
alegría pues no había matado a
ninguna persona y decidió cambiar su
nombre por el de Hathor. A partir de
ese momento se convirtió en la diosa
Hathor fue la diosa de la dulzura, el
amor y la pasión.
La humanidad fue redimida y Ra
continuó reinando en su ancianidad,
aunque sabía que había llegado el
momento de delegar el gobierno de
Egipto en los dioses jóvenes. No
olvidemos que el poder de Ra estaba
en su nombre secreto. Si alguien lo
descubría, Ra dejaría de reinar. Ra
sabía esto y lo mantenía oculto en su
corazón. Solo utilizando grandes
poderes mágicos se podría conocer.
La diosa Geb se unió con Nut y
tuvieron varios hijos: Isis, Osiris, Neftis
y Seth. Isis era la más sabia de todos
ellos. Isis conocía todos los secretos
del cielo y de la tierra, pero lo que no
conocía era el nombre secreto de Ra y
se propuso descubrirlo.
Ra, era muy anciano. Caminaba con
dificultad. Su cuerpo entero temblaba.
Sus palabras se escuchaban
entrecortadas y débiles e Isis comenzó
a seguirlo a escondidas y cuando una
gota de la baba de Ra cayó sobre la
tierra formando barro, ella lo recogió y
modeló una serpiente. Colocó la
serpiente cerca del camino y cuando
Ra paseaba, la serpiente lo mordió y
luego huyó a ocultarse. El veneno
corrió rápidamente por el cuerpo de
Ra, provocándole un dolor hasta
ahora desconocido. Ra gritó con todas
sus fueras y los dioses corrieron a su
encuentro.
Ra estaba desconcertado. Sentía que
un fuego lo quemaba por dentro y no
encontraba explicación a lo sucedido.
Los dioses convocados, lloraban y se
lamentaban por lo sucedido. Entre
estos dioses, se encontraba la astuta
Isis que se acercó preguntando:
- ¿Qué sucede padre todopoderoso?
¿Acaso te ha mordido una de las
serpientes que has creado?
- Me ha mordido una serpiente que yo
no he creado -dijo Ra-, no puedo dejar
de temblar. Siento que un fuego
abrasador me quema por dentro y me
devora.
Isis se acercó con dulzura y le dijo al
oído:
- Si me dices tu nombre secreto, podré
hacer uso de mis poderes mágicos y
podré sanarte.
-Yo soy el que hizo el cielo y la tierra -
respondió Ra. El que creó las aguas,
los vientos, la luz, la oscuridad. Soy el
creador del gran río Nilo. Yo soy
Khepera por la mañana, Ra al
mediodía y Tum al atardecer.
- Tú sabes bien, padre todopoderoso,
que esos nombres son conocidos por
todos –dijo Isis-. Lo que yo necesito
para curarte es tu nombre secreto.
Ra la tomó de la mano y le susurró al
oído:
- Antes que mi nombre pase de mi
corazón al tuyo, júrame que no se lo
dirás a nadie salvo al hijo que tendrás
que se llamará Horus. Y Horus deberá
jurar que el nombre permanecerá en él
por siempre. No se lo debe comunicar
ni a otros dioses ni a otros hombres.
Isis realizó su juramento y el
conocimiento del nombre secreto pasó
del corazón de Ra al corazón de Isis.
Entonces, Isis haciendo uso de todos
su poderes mágicos dijo: Por el
nombre que conozco, ordeno que el
veneno abandone el cuerpo de Ra
para siempre.
El veneno desapareció y Ra se sintió
bien, pero dejó de reinar sobre Egipto.
Encontró un lugar en el cielo donde
pasear siguiendo la trayectoria del sol.
Por las noches se trasladaba al mundo
subterráneo de Amenti, donde habitan
los difuntos. En su Barca llevaba las
almas de los muertos que conocían a
la perfección las plegarias y las
palabras que se debían decir para
llegar al otro mundo.
no había luz. Solo existía la oscuridad y
una gran extensión de agua con el
nombre de Num. El poder de Nun era
tan grande que desde el interior de la
penumbra hizo brotar un huevo
grande y brillante. Y del interior de ese
huevo surgió Ra.
Ra tenía el poder de hacer lo que
quisiera, incluso cambiar de forma. Lo
que el nombraba, adquiría forma y se
volvía real. Era tan importante el poder
del nombre, que guardaba bien
secreto su propio nombre para que
nadie pudiera usarlo.
Ra se dispuso a crear el sol diciendo:
“Al amanecer me llamo Kephera, al
mediodía Ra y al atardecer Tem”. Y
entonces, el sol apareció posprimera
vez iluminando la oscuridad, se elevó
sobre el horizonte y al atardecer
descendió para volver a ocultarse.
Luego nombró a Shu, y los vientos se
congregaron por primera vez y
comenzaron a soplar.
Cuando Ra nombró a Tefnut, la lluvia
se hizo presente con sus gotas. Más
tarde nombró a Geb y con solo
nombrarla, se formó la tierra y para
hacerle compañía nombró a la diosa
Nut, y el firmamento se arqueó sobre
la tierra. Y cuando quiso coronar a
Egipto con el río Nilo, nombró a Hapi. Y
el Nilo comenzó a fluir a través de
Egipto fertilizando su amplio valle. Ra,
comenzó a nombrar una por una
todas las cosas que existen sobre la
tierra y estas se hicieron visibles
crecieron. Finalmente les dio nombre a
los hombres y a las mujeres, y desde
entonces la humanidad pobló la tierra.
Ra podía asumir la forma que quisiera.
Entonces, tomó la forma de un
hombre y se convirtió en el primer
faraón de Egipto.
Ra gobernó Egipto durante miles de
años llevando bienestar y prosperidad
a sus habitantes gracias a las fabulosas
cosechas y a sus magníficas leyes. Los
egipcios solo tenían palabras de
agradecimiento y no dejaban de
ensalzar su nombre.
Pero Ra, había tomado forma humana
y por lo tanto envejecía día a día. Un
buen día, los egipcios, dejaron de
respetarlo, comenzaron a burlarse de
su aspecto senil y a desobedecer sus
órdenes.
Ra no pudo evitar oír las burlas y
comentarios y cuando vio que los
hombres no obedecían las leyes, se
enojó de tal manera que decidió
convocar a los dioses que había
creado en un lugar secreto para pedir
consejo. Allí estaban Shu ,Tefnut, Geb,
Nut y Nun escuchando el problema
que aquejaba al dios Ra.
Nun habló diciendo:
- Lo que debes hacer es destruirlos con
la forma de tu hija, la diosa Sekhmet.
Los otros dioses, al ver el mal
comportamiento de los hombres, le
aconsejaron también destruir a los
hombres por intermedio de la diosa
Sekhmet.
Ra, con su ojo, que despedía una
mirada aterradora, creó a la diosa
Sekhmet. Feroz y sanguinaria cual
leona que persigue su presa y se
deleita en la matanza y en la sangre.
Siguiendo las órdenes de Ra,
desencadenó su furia sobre todos los
que ridiculizaron a su padre,
sembrando el terror y la desesperación
en todo Egipto.
Los hombres huían a esconderse, pero
la diosa Sekhmet, los perseguía y los
asesinaba relamiéndose con la sangre.
Cuando Ra vió lo que Sekhmet había
hecho la llamó a su presencia para
preguntarle si lo había obedecido.
Sekhmet le respondió que estaba feliz
porque había vengado a su padre Ra,
eliminando a todos los hombres que
éste le había entregado. Todo Egipto
estaba teñido del color de la sangre y
era imposible detener la furia de la
cruel y sanguinaria Sekhmet.
Pero Ra se apiadó de los hombres y
decidió hacer algo para frenar la
matanza. Envió entonces a mensajeros
rápidos y silenciosos en busca de
grandes cantidades de ámbar. Luego
ordenó preparar mucos litros de
cerveza hasta llenar siete mil jarras.
Más tarde, mandó mezclar el ámbar
con la cerveza. A la luz de la luna, la
cerveza adquiría el color rojo de la
sangre. Hizo llenar nuevamente las
jarras y envió a sus mensajeros a
volcarlas en el lugar donde se
encontraba Sekhmet. Al salir el sol,
Sekhmet estaba preparada para su
próxima cacería, cuando vio la tierra
inundada de color rojo y creyó que
sería sangre real porque no había
cerca ningún hombre. Se acercó y
bebió alborozada mientras reía y
disfrutaba pensando que era sangre.
Bebió tanto, que ese día, que presa de
la ebriedad, no pudo matar a ningún
hombre.
Cuando Sekhmet volvió ante la
presencia de Ra, el dios la recibió con
alegría pues no había matado a
ninguna persona y decidió cambiar su
nombre por el de Hathor. A partir de
ese momento se convirtió en la diosa
Hathor fue la diosa de la dulzura, el
amor y la pasión.
La humanidad fue redimida y Ra
continuó reinando en su ancianidad,
aunque sabía que había llegado el
momento de delegar el gobierno de
Egipto en los dioses jóvenes. No
olvidemos que el poder de Ra estaba
en su nombre secreto. Si alguien lo
descubría, Ra dejaría de reinar. Ra
sabía esto y lo mantenía oculto en su
corazón. Solo utilizando grandes
poderes mágicos se podría conocer.
La diosa Geb se unió con Nut y
tuvieron varios hijos: Isis, Osiris, Neftis
y Seth. Isis era la más sabia de todos
ellos. Isis conocía todos los secretos
del cielo y de la tierra, pero lo que no
conocía era el nombre secreto de Ra y
se propuso descubrirlo.
Ra, era muy anciano. Caminaba con
dificultad. Su cuerpo entero temblaba.
Sus palabras se escuchaban
entrecortadas y débiles e Isis comenzó
a seguirlo a escondidas y cuando una
gota de la baba de Ra cayó sobre la
tierra formando barro, ella lo recogió y
modeló una serpiente. Colocó la
serpiente cerca del camino y cuando
Ra paseaba, la serpiente lo mordió y
luego huyó a ocultarse. El veneno
corrió rápidamente por el cuerpo de
Ra, provocándole un dolor hasta
ahora desconocido. Ra gritó con todas
sus fueras y los dioses corrieron a su
encuentro.
Ra estaba desconcertado. Sentía que
un fuego lo quemaba por dentro y no
encontraba explicación a lo sucedido.
Los dioses convocados, lloraban y se
lamentaban por lo sucedido. Entre
estos dioses, se encontraba la astuta
Isis que se acercó preguntando:
- ¿Qué sucede padre todopoderoso?
¿Acaso te ha mordido una de las
serpientes que has creado?
- Me ha mordido una serpiente que yo
no he creado -dijo Ra-, no puedo dejar
de temblar. Siento que un fuego
abrasador me quema por dentro y me
devora.
Isis se acercó con dulzura y le dijo al
oído:
- Si me dices tu nombre secreto, podré
hacer uso de mis poderes mágicos y
podré sanarte.
-Yo soy el que hizo el cielo y la tierra -
respondió Ra. El que creó las aguas,
los vientos, la luz, la oscuridad. Soy el
creador del gran río Nilo. Yo soy
Khepera por la mañana, Ra al
mediodía y Tum al atardecer.
- Tú sabes bien, padre todopoderoso,
que esos nombres son conocidos por
todos –dijo Isis-. Lo que yo necesito
para curarte es tu nombre secreto.
Ra la tomó de la mano y le susurró al
oído:
- Antes que mi nombre pase de mi
corazón al tuyo, júrame que no se lo
dirás a nadie salvo al hijo que tendrás
que se llamará Horus. Y Horus deberá
jurar que el nombre permanecerá en él
por siempre. No se lo debe comunicar
ni a otros dioses ni a otros hombres.
Isis realizó su juramento y el
conocimiento del nombre secreto pasó
del corazón de Ra al corazón de Isis.
Entonces, Isis haciendo uso de todos
su poderes mágicos dijo: Por el
nombre que conozco, ordeno que el
veneno abandone el cuerpo de Ra
para siempre.
El veneno desapareció y Ra se sintió
bien, pero dejó de reinar sobre Egipto.
Encontró un lugar en el cielo donde
pasear siguiendo la trayectoria del sol.
Por las noches se trasladaba al mundo
subterráneo de Amenti, donde habitan
los difuntos. En su Barca llevaba las
almas de los muertos que conocían a
la perfección las plegarias y las
palabras que se debían decir para
llegar al otro mundo.
4/3/12
El ojo de Horus
En Egipto encontramos muchos
ejemplos donde el ojo juega un papel
fundamental pero, quizá, entre todos
ellos, el Ojo de Horus, cuyo significado
es: el que está completo.
Horus era el hijo de Osiris, un dios que
había sido asesinado por su hermano
Seth. Cuando Osiris resucitó y pasó a
presidir el Más Allá, su hijo se convirtió
en el vengador de su padre y acometió
toda una serie de luchas contra Seth,
el asesino de su progenitor. En estos
encarnizados combates Horus siempre
salió victorioso pero, en el transcurso
de las mismas ambos contendientes
sufrieron heridas y pérdidas vitales,
entre ellas la mutilación del ojo
izquierdo de Horus (o los dos
dependiendo de la versión del mito) y
la amputación de los testículos de Seth.
Gracias a la intervención del dios Thot
el ojo de Horus pudo ser sanado y
sustituido por el Udyat, para que el
dios recuperara la visión. Este ojo
estaba dotado de unas cualidades
magníficas.
Por otro lado, desde el Reino Antiguo
hasta el fin de la civilización faraónica,
las leyendas cuentan que los dos ojos
de Ra estaban vinculados uno a la luna
(el Udyat) y el otro al Sol y en el
terreno mitológico se explicó del modo
siguiente: las fases lunares respondían
a los periodos de curación del Ojo de
Horus, manifestándose en la Luna
Llena el momento en que éste había
sanado por completo y en la Luna
Nueva cuando había sufrido el daño.
Por ello, éste momento se consideró
peligroso, ya que fue el instante en que
Horus había perdido la visión y causa
por la cual el astro no podía
manifestarse en el firmamento
nocturno. Es decir que, mediante el
Udyat, se aseguraba y garantizaba el
buen funcionamiento del cosmos,
entendido como el buen discurrir del
circuito diurno del Sol y las fases
cíclicas de la Luna. Todos estos
acontecimientos y sobre todo la
mágica sustitución del milagroso Ojo
de Horus, determinaron su uso para la
protección y curación de
enfermedades relacionadas con los
ojos.
Sobre los relieves egipcios es frecuente
encontrar la ofrenda del Ojo a los
dioses, es más, era la ofrenda por
excelencia, un distintivo de orden que
podía ponerse en paralelo con la
ofrenda de Maat. El propio Horus (o el
rey como encarnación terrestre del
dios) era el encargado de presentarlo
ante la boca de su padre Osiris para
lograr su “cura”, es decir, para obtener
su resurrección, logrando el buen
funcionamiento del mundo divino y
terrestre.
Para los Antiguos Egipcios, estuvo
vinculado a conceptos de totalidad,
luz, salud y curación pero que,
además, servía como un poderoso
instrumento de protección contra el
mal de ojo, propiciador de la buena
suerte y guardián contra las fuerzas
hostiles que pudieran acosar tanto al
difunto como al hombre vivo.
Lo encontramos grabado, por ejemplo,
en las plazas protectoras que se
colocaban sobre la incisión que se
practicaba a la momia, un lugar
especialmente peligroso ya que, al ser
una abertura “arficial” era un punto
susceptible para que las fuerzas del
mal pudieran atacar al difunto,
provocando la putrefacción y por
tanto, la imposibilidad de qué el
individuo disfrutara de vida eterna.
También grabado o pintado sobre la
superficie lateral de los sarcófagos,
servía para que el difunto tuviera
garantizada la posibilidad de ver tras la
muerte, pudiendo observar el viaje que
debía realizar por el cielo. En definitiva,
el Udyat fue un elemento de
protección muy poderoso y como tal
su número en la iconografía egipcia es
más que significativo.
Además de Horus, en Egipto
encontramos a algunos dioses que
también llevaron la ofrenda del Ojo.
Nos estamos refiriendo por ejemplo al
dios Iah, manifestación de la luna, o al
dios Nefertum que como encargado de
los alimentos que se depositaban en
las ofrendas, llevaba también el ojo en
sus manos.
Finalmente y unido al mito tenemos a
dos manifestaciones de Horus: Jentyirty
y (Me)jentyirty, ambos personifican al
dios halcón con el ojo sano en el
primer caso y enfermo, en el segundo.
Información Extraída de: Revista,
Misterios de la Arqueología. El Egipto
Secreto.
(Por Celia Valdelomar)
ejemplos donde el ojo juega un papel
fundamental pero, quizá, entre todos
ellos, el Ojo de Horus, cuyo significado
es: el que está completo.
Horus era el hijo de Osiris, un dios que
había sido asesinado por su hermano
Seth. Cuando Osiris resucitó y pasó a
presidir el Más Allá, su hijo se convirtió
en el vengador de su padre y acometió
toda una serie de luchas contra Seth,
el asesino de su progenitor. En estos
encarnizados combates Horus siempre
salió victorioso pero, en el transcurso
de las mismas ambos contendientes
sufrieron heridas y pérdidas vitales,
entre ellas la mutilación del ojo
izquierdo de Horus (o los dos
dependiendo de la versión del mito) y
la amputación de los testículos de Seth.
Gracias a la intervención del dios Thot
el ojo de Horus pudo ser sanado y
sustituido por el Udyat, para que el
dios recuperara la visión. Este ojo
estaba dotado de unas cualidades
magníficas.
Por otro lado, desde el Reino Antiguo
hasta el fin de la civilización faraónica,
las leyendas cuentan que los dos ojos
de Ra estaban vinculados uno a la luna
(el Udyat) y el otro al Sol y en el
terreno mitológico se explicó del modo
siguiente: las fases lunares respondían
a los periodos de curación del Ojo de
Horus, manifestándose en la Luna
Llena el momento en que éste había
sanado por completo y en la Luna
Nueva cuando había sufrido el daño.
Por ello, éste momento se consideró
peligroso, ya que fue el instante en que
Horus había perdido la visión y causa
por la cual el astro no podía
manifestarse en el firmamento
nocturno. Es decir que, mediante el
Udyat, se aseguraba y garantizaba el
buen funcionamiento del cosmos,
entendido como el buen discurrir del
circuito diurno del Sol y las fases
cíclicas de la Luna. Todos estos
acontecimientos y sobre todo la
mágica sustitución del milagroso Ojo
de Horus, determinaron su uso para la
protección y curación de
enfermedades relacionadas con los
ojos.
Sobre los relieves egipcios es frecuente
encontrar la ofrenda del Ojo a los
dioses, es más, era la ofrenda por
excelencia, un distintivo de orden que
podía ponerse en paralelo con la
ofrenda de Maat. El propio Horus (o el
rey como encarnación terrestre del
dios) era el encargado de presentarlo
ante la boca de su padre Osiris para
lograr su “cura”, es decir, para obtener
su resurrección, logrando el buen
funcionamiento del mundo divino y
terrestre.
Para los Antiguos Egipcios, estuvo
vinculado a conceptos de totalidad,
luz, salud y curación pero que,
además, servía como un poderoso
instrumento de protección contra el
mal de ojo, propiciador de la buena
suerte y guardián contra las fuerzas
hostiles que pudieran acosar tanto al
difunto como al hombre vivo.
Lo encontramos grabado, por ejemplo,
en las plazas protectoras que se
colocaban sobre la incisión que se
practicaba a la momia, un lugar
especialmente peligroso ya que, al ser
una abertura “arficial” era un punto
susceptible para que las fuerzas del
mal pudieran atacar al difunto,
provocando la putrefacción y por
tanto, la imposibilidad de qué el
individuo disfrutara de vida eterna.
También grabado o pintado sobre la
superficie lateral de los sarcófagos,
servía para que el difunto tuviera
garantizada la posibilidad de ver tras la
muerte, pudiendo observar el viaje que
debía realizar por el cielo. En definitiva,
el Udyat fue un elemento de
protección muy poderoso y como tal
su número en la iconografía egipcia es
más que significativo.
Además de Horus, en Egipto
encontramos a algunos dioses que
también llevaron la ofrenda del Ojo.
Nos estamos refiriendo por ejemplo al
dios Iah, manifestación de la luna, o al
dios Nefertum que como encargado de
los alimentos que se depositaban en
las ofrendas, llevaba también el ojo en
sus manos.
Finalmente y unido al mito tenemos a
dos manifestaciones de Horus: Jentyirty
y (Me)jentyirty, ambos personifican al
dios halcón con el ojo sano en el
primer caso y enfermo, en el segundo.
Información Extraída de: Revista,
Misterios de la Arqueología. El Egipto
Secreto.
(Por Celia Valdelomar)
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