3/3/15

HEMINGWAY Y LAS PALABRAS

No es extraño que los hijos quieran parecerse a los padres, más cuando estos tienen una personalidad arrolladora y son bendecidos por el éxito; precisamente fue eso lo que parece que le ocurrió a Patrick Hemingway (1928), el segundo hijo del escritor de "El viejo y el mar", que además de convertirse en un solvente cazador y regentar durante más de diez años un negocio de safaris en África, también intentó hacer sus pinitos como escritor.
Cierto día entregó a su padre un escrito con la intención de que lo corrigiese y le aconsejase sobre el mismo. Ernest, solícito, se dedicó a la lectura del manuscrito de su hijo y cuando lo terminó solo había encontrado la necesidad de cambiar una sola palabra.
Su hijo no se tomó la rectificación muy bien y reprochó a su padre el cambio achacándolo a una falta de atención por su parte a su trabajo: "¡Sólo me has cambiado una palabra!" le dijo un tanto ofuscado, a lo que el gran Ernest Hemingway le contestó: "¡Si, pero una sola palabra es más que suficiente para dar sentido a todo un texto!"

HIMNO AL DESACATO

Pienso violar todas las leyes,
los órdenes, los ritos, los sistemas.
Voy a treparme a un árbol
y a patear cientos de piedras,
y caminando boca abajo
quizá le vea el trasero
a este mundo embalsamado
donde todo lo que brilla apesta.
Quiero robarme un manojo de estrellas,
pintar la luna de verde
y al sol ponerle una careta.
Así, cuando me tomen de la mano
y me lleven a una celda,
cantaré un himno al desacato,
me pondré las rejas en los ojos
y entonces quedarán encerrados los de afuera.

Viviane Nathan

Nenúfares

El lago azul de los bosques
cargado está de nenúfares;
temblando en círculos blancos
hace zozobrar la barca.
Y yo paseo a la orilla
como si estoy esperando
que ella surja de los juncos
y caiga dulce en mi pecho;
que saltemos a la barca,
que el agua nos balancee,
que se me escape el timón
y los ramos se me escapen;
que flotemos dulcemente
bajo el claror de la luna,
que el viento gima en los juncos
y el agua ondulando cante.
Pero ella no llega… Solo,
en vano sufro y suspiro
junto al lago azul cargado
de la flor de los nenúfares.

Mihai Eminescu: “El lago” (1876)
Imagen: “Nenúfares” (1916), óleo de
Claude Monet.

FOTOGRAFÍAS TUYAS

Te encuentras rodeado de fotografías tuyas
Aquí estás tan joven y hermoso
Aquí tú estás con una esposa o dos
Aquí estás, tan feliz y más de lo que esperabas
Rodeado de fotografías tuyas
Tus paredes están cubiertas
No hay espacio
Y es una lástima, porque eres un rostro hermoso
Y tan idolatrado
¿Alguna vez te has cansado
De mirar tus propias fotografías?
El foco te ilumina, golpea desde arriba
Y tus fans te están gritando palabras de amor
Tú estás siempre tan ocupado
¿No te has mareado
De mirar tus propias fotografías?

Leonard Simon Nimoy (26 de marzo de 1931 – 27 de febrero de 2015). Actor, director, fotógrafo y poeta. “Larga vida y prosperidad” Sr. Spock

Texto e imagen de Leonard Nimoy.
Traducción al castellano por cortesía del poeta costarricense Ronald Campos López y Emma Othegy.

LA COPA DE PITÁGORAS

Se dice que el sabio filósofo Pitágoras, allá por el 530 a.C., inventó una copa para moderar el consumo de alcohol entre los trabajadores de las obras de abastecimiento de aguas en la isla de Samos. Ofrecía a cada uno su copa y les indicaba que solamente podían servirse hasta la línea marcada con hilo de oro.
Ese era el límite para que todos pudiesen beber por igual la misma moderada cantidad. Así lo fueron haciendo hasta que alguien entre todos pensó que merecía más que los demás y se sirvió el preciado licor por encima de la raya. Entonces la copa se vació por su base dejando al insolidario trabajador sin su ración. Pitágoras había inventado una copa que castigaba la codicia y premiaba la equidad. Los obreros la llamaron la copa de la justicia o también la copa de la igualdad.
En realidad esta copa, o Vaso de Tántalo es un recipiente con un cilindro en medio que aplica el sencillo principio de los vasos comunicantes que ya era conocido antes de que Pitágoras le “inventase”. Hay quien atribuye su diseño al mismísimo Arquímedes, pero la hidrostática ya era conocida antes de la época de Pitágoras.
Consiste en un vaso o copa con un cilindro en su interior que posee un tubo interno con un orificio dentro, cerca de la base del vaso. El tubo sube por el interior de la columna hasta la parte superior, y vuelve a bajar hasta salir, por otro orificio en la parte baja de la copa, al exterior. Por este segundo orificio es por donde se va a escurrir el contenido de la misma cuando el nivel del líquido lo permita. Al añadir agua al vaso, ésta permanece en su interior hasta que se supera el nivel en el que el tubo interno de la columna central gira 180 grados, momento en que la copa se vacía por completo. Esto ocurre porque al llenarse la copa, también se llena el tubo, desplazando el aire que se alojaba en su interior. En el momento en que el agua del tubo empieza a caer, todo el líquido que hay en el vaso le sigue, dejándolo vacío. Es el mismo sistema que utilizamos en los desagües de nuestras casas, y que llamamos sistema de sifón.
Pero en estos tiempos de avaricia y falta de solidaridad social, es bueno recordar lo que la física y la filosofía nos enseñan: Todos podemos disfrutar de los bienes que la sociedad posee mientras alguien no de un “giro de 180 grados” con su avaricia y codicia, y acabe convirtiendo una copa medio llena en un recipiente completamente vacío.

8/2/15

Virginia Woolf

Adeline Virginia Woolf (Stephen de soltera); (Londres, 25 de enero de 1882 – Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941) fue una novelista, ensayista, escritora de cartas, editora, feminista y escritora de cuentos británica, considerada como una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.
Durante su vida, sufrió una enfermedad mental hoy conocida como trastorno bipolar. Después de acabar el manuscrito de una última novela (publicada póstumamente), Entre actos, Woolf padeció una depresión parecida a la que había tenido anteriormente. El estallido de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción de su casa de Londres durante el Blitz y la fría acogida que tuvo su biografía sobre su amigo Roger Fry empeoraron su condición hasta que se vio incapaz de trabajar. El 28 de marzo de 1941, Woolf se suicidó. Se puso su abrigo, llenó sus bolsillos con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de su casa y se ahogó. Su cuerpo no fue encontrado hasta el 18 de abril. Su esposo enterró sus restos incinerados bajo un árbol en Rodmell, Sussex.

En su última nota a su marido escribió:
"Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo — todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo."

AL OTRO LADO DE LAS MONTAÑAS

Alguien dijo que había ciudades para soñar
al otro lado de las montañas.
No dijo si estaban suspendidas en el aire,
sumergidas en las lagunas,
o perdidas en el corazón del bosque.
Los que allá fueron nada encontraron,
ni altas torres ni jardines
ni mujeres hilando en el atrio,
ni un muchacho aprendiendo a tocar la gaita.
Solo yo traje algo para seguir soñando
algo visto y no visto en la niebla de la mañana,
algo que era una flor o un mirlo de oro
o un pie descalzo de mujer,
un sueño de otro que se ponía a dormir en mi,
echado en mis ojos,
pidiéndome que lo soñase mas allá de las montañas,
donde no hay ciudades para soñar.
Y ahora mi oficio es soñar, y no se
si soy yo quien sueño, o es que por mi sueñan
campos, miradas azules, palomas que juegan con un niño,
o una mano pequeña y fría que me acaricia el corazón.

Álvaro Cunqueiro (1933): “Al otro lado de las montañas”, de “Poemas do si e non”