27/2/14

Muchas maneras de matar

Hay muchas maneras de matar.
Pueden meterte un cuchillo en el
vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio
del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc.
Solo pocas de estas cosas están
prohibidas en nuestro Estado.

Bertolt Brecht: “Muchas maneras de matar” (1926)

Imagen: “El infierno” (detalle), panel
derecho de “El jardín de las
delicias” (ca. 1500-1505), de El Bosco.

ALGO TE IDENTIFICA

Algo te identifica con el que se aleja
de ti, y es la facultad común de
volver: de ahí tu más grande
pesadumbre.
Algo te separa del que se queda
contigo, y es la esclavitud común de
partir: de ahí tus más nimios
regocijos.
Me dirijo, en esta forma, a las
individualidades colectivas, tanto
como a las colectividades
individuales y a los que, entre unas y
otras, yacen marchando al son de las
fronteras o, simplemente, marcan el
paso inmóvil en el borde del mundo.
Algo típicamente neutro, de
inexorablemente neutro, interpónese
entre el ladrón y su víctima. Esto, así
mismo, puede discernirse tratándose
del cirujano y del paciente. Horrible
medialuna, convexa y solar, cobija a
unos y otros. Porque el objeto
hurtado tiene también su peso
indiferente, y el órgano intervenido,
también su grasa triste.
¿Qué hay de más desesperante en la
tierra, que la imposibilidad en que se
halla el hombre feliz de ser
infortunado y el hombre bueno de ser
malvado?
¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir!
Toda la mecánica social cabe en estas
palabras.

César Vallejo: “Algo te identifica”, de
“Poemas en prosa” (1923-1929)

Imagen: “Las máscaras (Vida cotidiana
III)” (1911), óleo de Emil Nolde

AQUÍ NO PAGA NADIE

ANTONIA: Bueno, pues resulta que
fui al supermercado, y me lo encontré
lleno de mujeres, que armaban una
gresca tremenda por la subida de los
precios. Y el director, para calmarlas:
"Yo no puedo hacer nada", decía, "la
dirección establece los precios, y ha
decidido subirlos". "¿Con qué
permiso?", le preguntaron. "Con el
permiso de nadie, porque es legal.
¡Libre comercio, libre competencia!".
"¿Libre competencia con quién? ¿Con
nosotras? ¿Y tenemos que
aguantarnos siempre? ¿La bolsa o la
vida, eh?". "¡Bandidos,
sinvergüenzas!", grité yo entonces, y
me escondí en seguida.
MARGARITA: Bien hecho.
ANTONIA: Entonces una mujer dijo
"¡Ya está bien! Ahora los precios los
fijamos nosotras, y pagamos lo mismo
que el año pasado. ¡Y como os
pongáis chulos, hacemos la compra
gratis! ¿Está claro? ¡Pues no se hable
más!". Si hubieras visto al director...
se puso blanco como una sábana.
"¡Estáis locas! ¡Voy a llamar a la
policía!", y se lanzó a llamar como
una flecha, pero alguien había
cortado el cable del teléfono. "Con
permiso, déjenme pasar, tengo que ir
a mi oficina, con permiso", decía,
pero no podía pasar, porque todas las
mujeres le rodeaban. (...) "¡Que viene
la poli!" gritó entonces alguien. Era
una falsa alarma, pero salimos todas
corriendo... unas tiraban las bolsas al
suelo, otras lloraban del susto...
"¡Calma, calma!", empezaron a gritar
unos obreros que venían de una
fábrica cercana... "¿A qué viene tanto
miedo de la policía? Estáis en vuestro
derecho de pagar lo que es justo.
Esto es como una huelga, pero mejor,
porque en las huelgas siempre
acabamos perdiendo la paga, y en
esta quien pierde es el patrón... Es
más, no paguéis nada, por todo el
dinero que nos han estado robando
en todos los años que llevamos
comprando aquí." Entonces yo me lo
pensé mejor, y volví a hacer la compra
entera. "¡Aquí no paga nadie!",
gritaba, y las demás igual. "¡Aquí no
paga nadie!".
Darío Fo: “Aquí no paga nadie” (1974)
Imagen: The Edinburgh & Lothians
Health Foundation ©
Por Manuel Cerdà

ANDRE MALRAUX: EL ESCRITOR COMPROMETIDO

"He aprendido que una vida no vale
nada, pero también que nada vale
una vida."
Así se expresaba, Andre Malraux, un
personaje ciertamente representativo
de la cultura francesa del segundo
tercio del siglo XX, gracias a su labor
como narrador, historiador, ensayista,
aventurero y por último, hombre de
estado. En su vida se confunden los
elementos novelados del escritor con
la expresión del hombre público, la
propaganda del político y la realidad
de los hechos históricos que vivió.
Esta mezcolanza ha llevado a alguno
de sus críticos, como el biógrafo
Olivier Todd a considerar a Malraux
el primer escritor de su generación
que logró edificar de una manera
eficaz su propio mito.
André padecía el Síndrome de
Tourette, una afección que provocaba
las características muecas, guiños y
tics que tanto le distinguieron en
vida durante sus apariciones públicas
y entrevistas.
Andre Malraux cimentó su posicion
en la vanguardia literaria francesa
con su galardonada novela "La
condición humana. Para Malraux, la
condición humana era en esencial un
asunto un tanto desdichado y
solitario, pero creía que a la salvación
se llegaba uniendose a otros en un
compromiso político directo, y por
medio de la creatividad. Sus novelas
llenas de accion pero inquisitivas,
como la temprana "Los
conquistadores" y la posterior "La
esperanza" reflejan directamente la
participación personal de Malraux en
las actividades revolucionarias en el
lejano oriente y en España, durante
las décadas de 1920 y 1930. A partir
de la década de 1940 Malraux se
concentró en escribir sobre el arte y
creo su obra maestra "Las voces del
silencio"
Nacido en 1901 como Georges-André
Malraux, su padre, Fernand, era un
agente de bolsa apasionado por los
inventos y la mecánica, que primero
abandonó a su familia y luego se
suicidó. André pasó una infancia
acomodada en Bondy, suburbio de
clase media en las afueras de París,
en compañía de su madre Berthe, su
tía y su abuela quienes regentaban
una pastelería. A pesar de no sufrir
estrecheces económicas y de disponer
de una educación privada y un
reducido grupo de buenos amigos, el
escritor resumió en las primera líneas
de sus Antimemorias aquella etapa
de su vida: casi todos los escritores
que conozco recuerdan con cariño su
infancia, yo odio la mía.
A los diecisiete años abandonó los
estudios secundarios, pero pronto
adquirió una vasta cultura
autodidacta y se integró en los
medios literarios y artísticos
parisinos.
Participó en las tendencias de
vanguardia de la inmediata
posguerra, en especial el cubismo.
Colaboró en Action, revista de este
movimiento y en 1921 fue contratado
como editor de la Galería de Arte
Simon; allí apareció su primer
trabajo, Lunes en papel, ilustrado por
Fernand Léger y dedicado a M. Jacob.
En 1922 comenzó su colaboración en
la Nouvelle Revue Française. Viajó por
Europa y visitó numerosos museos.
Su pasión por el arte jemer lo llevó a
emprender, a finales de 1923, una
expedición arqueológica a la selva
camboyana. Allí descubrió, en un
templo abandonado, bajorrelieves
que extrajo con la intención de
venderlos en Europa. La aventura le
costó la cárcel, pero finalmente fue
absuelto. Regresó a Francia pero
volvió pronto a Saigón, en enero de
1925, para fundar un periódico: L
´Indochine, que desapareció al año
siguiente a instancias de las
autoridades coloniales.
La doble experiencia de la sociedad
colonial y del periodismo de opinión
desempeñó un papel decisivo en la
vida de Malraux: paralelamente a su
descubrimiento de Oriente, tomó
conciencia de las realidades políticas
y sociales y adquirió la reputación de
escritor comprometido que orientó su
vida y su obra.
A su regreso a Francia, publicó La
tentación de Occidente (1926), un
"ensayo-novela" que confrontaba un
Oriente de sabiduría y un Occidente
en crisis. A esta obra le siguieron tres
novelas, igualmente inspiradas por
sus contactos con Asia, en las que
abordó los grandes problemas éticos
del siglo XX: Los conquistadores
(1928), La vía real (1930) y La
condición humana (1933); esta última
se convertiría en su libro más
célebre.
Con la llegada al poder de Adolf
Hitler, se hizo "compañero de ruta"
del partido comunista. El tiempo del
desprecio (1935), dedicado a las
víctimas del nazismo, abrió un nuevo
ciclo novelesco, ligado a la lucha
contra los fascismos. Participó en la
Guerra Civil española junto a los
republicanos e intervino en combates
aéreos con las brigadas
internacionales. Fruto de esa
experiencia fue la novela épica La
Esperanza (1937), de la que al año
siguiente hizo una adaptación
cinematográfica.
En 1939 abandonó el partido
comunista y poco después fue
movilizado como voluntario en
Francia. Capturado y luego liberado,
rehusó comprometerse contra la
ocupación por desconfianza en la
influencia de los comunistas dentro
del movimiento de la Resistencia y se
consagró a la escritura. Incorporado
finalmente a la Resistencia en la
primavera de 1944, fue detenido por
la Gestapo en julio pero un mes
después fue liberado por la
precipitada retirada de los alemanes
de su país.
Al año siguiente tuvo un encuentro
con Charles de Gaulle, de cuyo
gobierno provisional (1945-1946) fue
ministro de Información y al que
benefició con su talento de orador,
denunciando públicamente la
influencia del comunismo y la
propaganda estalinista en el Epílogo
a Los conquistadores (1948). En 1951
publicó Las voces del silencio, el más
importante de sus escritos sobre arte,
donde defendió la libertad del artista
contra los determinismos, tanto del
marxismo como del psicoanálisis.
Dedicó igualmente tres volúmenes a
Los museos imaginarios de la
escultura mundial (1952 a 1955) y
publicó la primera parte de lo que
sería una gran epopeya de las artes:
La metamorfosis de los dioses (1957).
Después del regreso al poder de De
Gaulle en 1958, se convirtió en
ministro de Cultura, entre 1959 y
1969.
En 1967 apareció Antimemorias, en
1971, Les Chênes quon abat, relato
de su última entrevista con De
Gaulle; en 1974, La cabeza de
obsidiana, luego Lázaro (1974) y Hôtes
de passage (1975). Además de sus
ensayos autobiográficos, publicó una
segunda parte de La metamorfosis de
los dioses, titulada Lo irreal (1974) y
luego una tercera, Lo intemporal
(1976). En 1977 apareció,
póstumamente, su único trabajo
consagrado a la creación literaria,
síntesis de innumerables prólogos y
artículos dispersos: L´Homme
précaire et la Littérature.

26/2/14

Bertolt Brecht: “A los hombre futuros” (III)

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos
hundido,
cuando habléis de nuestras
debilidades,
pensad también en los tiempos
sombríos
de los que os habéis escapado.
Cambiábamos de país como de
zapatos
a través de las guerras de clases, y
nos desesperábamos
donde solo había injusticia y nadie se
alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente,
nosotros,
que queríamos preparar el camino
para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los
tiempos
en que el hombre sea amigo del
hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.

Bertolt Brecht: “A los hombre
futuros” (y III), de “Poesías escritas
durante el exilio” (1933-1947)

Imagen: “La torre de Babel” (1563),
de Pieter Brueghel El Viejo, detalle.

Bertolt Brecht: “A los hombre futuros” (II)

Llegué a las ciudades en tiempos del
desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en
tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y
batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con
impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
En mis tiempos, las calles
desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos, sin mí. Lo
sabía.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque
para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Bertolt Brecht: “A los hombre
futuros” (II), de “Poesías escritas
durante el exilio” (1933-1947)

Bertolt Brecht: “A los hombre futuros” (I)

Verdaderamente, vivo en tiempos
sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una
frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia
terrible,
aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un
crimen
porque supone callar sobre tantas
alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente
por la calle
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?
Es cierto que aún me gano la vida
Pero, creedme, es pura casualidad.
Nada
de lo que hago me da derecho a
hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi
suerte acabara,
estaría perdido).
Me dicen: “¡Come y bebe! ¡Goza de lo
que tienes!”
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al
sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y
transcurrir
sin inquietudes nuestro breve
tiempo.
Librarse de la violencia.
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos
sombríos.

Bertolt Brecht: “A los hombre
futuros” (I), de “Poesías escritas
durante el exilio” (1933-1947)