En el camino de vuelta a la pensión
Onofre salió al encuentro de Delfina.
— Estaba dando un paseo –le dijo el
muchacho a la fámula– y por
casualidad te he visto venir. ¿Puedo
ayudarte?
— Me basto y me sobro –repuso la
fámula acelerando la marcha, como
para demostrar que el peso de los
capazos atiborrados no la lastraba.
— No he dicho que no pudieras con
la compra, mujer. Sólo pretendía ser
amable –dijo Onofre.
— ¿Por qué? –preguntó Delfina.
— No hay por qué –dijo Onofre–. Se
es amable sin motivo. Si hay motivo,
ya no es amabilidad, sino interés.
— Hablas demasiado bien –atajó la
fámula–. Vete o te azuzo al gato.
Eduardo Mendoza: “La ciudad de los
prodigios”
Imagen: Joven con un gato negro
(1887), lienzo de Paul Hoecker
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27/4/14
"La ciudad de los prodigios”
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