Se dice que el rey persa Darío I, barruntando que la zona de la Jonia estaba a punto de sublevarse, mandó llamar a Histieo, tirano de Mileto, a la ciudad de Susa. Pensaba hacerlo consejero suyo para alejarlo de aquella zona conflictiva, pero éste, a pesar del honor recibido, estaba
frustrado ya que deseaba volver a su tierra para comenzar la rebelión y no podía marcharse sin levantar sospechas. Así que pensó que si no podía ir alguien de Mileto podría comenzar la sublevación en su nombre. Para ello debía mandar un mensaje a Aristagoras, un familiar suyo que en esos momentos era el gobernante sustituto en su ausencia, para que levantara en armas a toda la Jonia y así poder liberarse del pesado yugo de la ocupación persa.
La idea era buena, pero muy difícil de cumplir ya que la distancia que había entre Susa, y la ciudad de Sardes, la gran capital de Asia Menor, era de 2400 kilómetros. Si mandaba un mensajero por rutas alternativas podía despertar sospechas, y si en cambio lo enviaba por la vía real pronto sería interceptado ya que cada cierto número de kilómetros había controles que vigilaban a los viajeros. Es por ello que Histieo pensó una manera de lo más curiosa para sortear cualquier eventualidad. Mandó llamar a un esclavo, al cual le afeitó la cabeza y acto seguido mandó que le tatuaran en el cuero cabelludo un mensaje. Esperó a que le creciera el pelo, y cuando ya lo tuvo bastante tupido lo envió a Mileto. Al llegar allí el esclavo le dijo a Aristagoras que le afeitara la cabeza para que de esta manera leyese el mensaje cifrado. Y así lo hizo. En el ponía lo siguiente: “Histieo a Aristagoras: subleva a Jonia”. Este fue el pistoletazo de salida de un conflicto bélico que pasaría a la historia como Las Guerras Médicas.
7/12/14
Un mensaje de guerra
28/11/14
El Sátiro Danzante de Mazara
La estatua de bronce fue encontrado en la primavera de 1998 durante un viaje de pesca en el estrecho de Sicilia y es un raro ejemplo de estatuas de bronce griego. Inflexión en el lado derecho, con los brazos estirados hacia adelante, está atrapado en el momento en el que está haciendo un salto en el dedo del pie derecho levantando su pierna izquierda al mismo tiempo. Su pelo, pelo grueso delgado destacó por grabados, se agitan por el pathos de la danza orgiástica, que rompe todas las reglas del equilibrio, dando al cuerpo un movimiento enfático.
Extraordinariamente conservado los ojos, en yeso piedra caliza originalmente integrado con vítreo coloreado pasta. Según la iconografía del Sátiro en éxtasis, conocido ya desde el siglo IV A.C., la estatua debía sostener con su mano derecha el tirso, atributo Dionisio mientras el brazo izquierdo sostenía una piel de Pantera y su mano izquierda un vaso de vino.
29/12/13
CASANDRA.
En la mitología griega, Casandra (en griego antiguo "la que enreda a los hombres" o "hermana de los
hombres"), era hija de Hécuba y
Príamo, reyes de Troya.
Fue sacerdotisa de Apolo, con quien
pactó, a cambio de un encuentro
carnal, la concesión del don de la
profecía.
Apolo amaba a Casandra pero,
cuando ella no le correspondió, él la
maldijo: su don se convertiría en una
fuente continua de dolor y
frustración. En algunas versiones de
este mito, Apolo escupe en su boca al
maldecirla; en otras versiones griegas
este acto suele suponer la pérdida
del don recientemente adquirido,
pero el caso de Casandra es
diferente. En Orestes ella promete a
Apolo que se convertirá en su
consorte, pero no lo cumple, por lo
que desata su ira.
Aunque Casandra previó la
destrucción de Troya, la muerte de
Agamenón y su propia desgracia, fue
incapaz de evitar estas tragedias, tal
era la maldición de Apolo. Su familia
creía que estaba loca y, en algunas
versiones, la mantuvieron encerrada
en casa o encarcelada, lo que la hace
enloquecer. En otras versiones,
simplemente era una incomprendida.
Una vez concluida la guerra de Troya,
durante el saqueo de la ciudad, Áyax,
hijo de Oileo, encontró a Casandra
refugiada bajo un altar dedicado a
Atenea. Aunque la princesa se agarró
a la sagrada estatua de la diosa,
(bien fuera el Paladio, bien otra
estatua distinta), en el frenesí del
saqueo Áyax desoyó los ruegos, y la
arrastró junto con la estatua. Según
algunas fuentes la violó en ese
preciso lugar; para otras fuentes el
sacrilegio cometido por Áyax había
consistido en no respetar la sagrada
estatua de la diosa. Este hecho
condenó al guerrero, pues Poseidón,
impelido por la humillada Atenea,
hundió su barco al provocar una
tormenta en las cercanías del
promontorio de las rocas Giras,
donde Áyax muere ahogado o clavado
a las rocas por el tridente de
Poseidón, según otra variante de la
leyenda.
Más tarde fue entregada como
concubina al Rey Agamenón de
Micenas. Éste ignoraba que mientras
guerreaba en Troya, su esposa
Clitemnestra había comenzado un
romance con Egisto. Cuando
Agamenón y Casandra regresaron a
Micenas, Clitemnestra le pide a su
marido que anduviera por encima de
una alfombra morada, el color que
simboliza a los dioses. A pesar de
que Casandra le avisó que no lo
hiciera reiteradamente, el Rey la
ignoró y cruzó la alfombra,
cometiendo un sacrilegio.
Clitemnestra y Egisto asesinaron a
ambos. En algunas versiones,
Casandra y Agamenón habían tenido
gemelos: Telédamo y Pélope. Ambos
fueron asesinados también por
Egisto.
Télefo, hijo de Heracles, también
amaba a Casandra. Sin embargo, ella
se burlaba de él y le ayudó a seducir
a su hermana Laódice.
Hay versiones alternativas de la
historia en las que, siendo niña, pasó
la noche en el templo de Apolo con
su hermano gemelo Héleno y las
serpientes del templo chuparon y
limpiaron sus orejas, por lo que
ambos fueron capaces a partir de
entonces de oír el futuro. Este es un
tema recurrente en la mitología
griega. Otras versiones sugieren que
Casandra consiguió la habilidad de
entender el idioma de los animales,
en lugar de conocer el futuro.
En la literatura moderna, Casandra es
a menudo usada como modelo de
tragedia y romance, y a menudo
simboliza el arquetipo de alguien
cuya visión profética es oscurecida
por la locura, convirtiendo sus
revelaciones en cuentos o
afirmaciones inconexas que no son
comprendidas plenamente hasta que
ocurre lo vaticinado.
El «síndrome de Casandra» es un
concepto ficticio, usado para describir
a quien cree que puede ver el futuro,
pero no puede hacer nada por
evitarlo. Por ejemplo, en la película
Doce Monos la Doctora Kathryn Railly
investiga este síndrome y a aquellos
que lo sufren.
En la película de Woody Allen.
Poderosa Afrodita, Casandra aparece
como uno de los personajes avisando
al protagonista de su mal futuro.
La imagen: Áyax y Casandra por
Solomon Joseph Solomon, 1886
Fuente: Wikipedia.
13/10/13
FÁBULA
Nunca serás ya el mismo que una vez
convivió con los dioses.
Tiempo
de benévolas puertas entornadas,
de hospitalarios cuerpos, de
excitantes
travesías fluviales y de fabulaciones.
Tiempo magnánimo
compartido también con semidioses
errabundos y hombres de mar que
alardeaban
del decoro taimado de los héroes.
Qué ha quedado, oh Ulises, de esta
vida.
La historia es indulgente, merecidas
las dádivas.
Los dioses son ya pocos y penúltimos.
Justos y pecadores intercambian sus
sueños.
JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD
Ilustración: Alexander Daniloff
11/9/13
JANTIPA, ESPOSA DE SOCRATES.
Si hay una mujer mal interpretada y
criticada en los textos antiguos (y en
muchos modernos) de filosofía, esta
es Jantipa, la "supuesta" esposa de
Sócrates. Desde los platónicos hasta
Nietzsche ha sido usada como
ejemplo de la, supuesta, dicotomía
entre el filosofo y su esposa, asi como
para ensalzar las virtudes de
Socrates, temperado, reflexivo,
compresivo, mientras que Jantipa se
describe como malhumorada,
irascible y celosa. Se crea así un
arquetipo machista en el que el
filosofo representa la razón suprema
y su mujer la vida cotidiana basada
en los sentidos, mas que en la razón.
Pero ¿Es cierta esta historia? y de ser
cierta ¿Que motivos llevaron a esta
mujer a comportarse de esa manera?.
En los escritos de Platón o Jenofonte
(hay que recordar que el bueno de
Socrates no escribió nada) se ha
mostrado a nuestra Jantipa haciendo
la vida imposible a su esposo, y éste
al contrario, con pleno dominio de sí
mismo, y es que, según diversas
fuentes, su alumno, Alcibíades le
preguntó alguna vez cómo soportaba
a Jantipa siempre injuriándole;
Sócrates le contestó:
"Pues lo mismo que uno se
acostumbra al ruido continuo de una
polea de pozo, como aguantas tú el
graznido de tus gansos"
"Pero -le interrumpió Alcibíades- me
dan huevos y crían" "También me da
a mí Jantipa hijos..." (hay que
recordar que Jantipa le dió al filosofo
tres vastagos: Lamprocles, Sofronisco
y Menexeno)
Comentario que, por otro lado,
denota el tratamiento clásico a las
mujeres que o bien el propio Sócrates
o bien los autores de los relatos que
hablan de su vida y hazañas, dan al
sexo femenino: la comparación con
una polea, la comparación con aves
de cría y, por último, el interés
primordial del varón por la mujer
como engendradora de hijos.
En otra ocasión, Alcibíades, admirado
por las impertinencias de la mujer de
su maestro, preguntó a Sócrates que
por qué no había expulsado de su
casa a una mujer de tan pésimo
carácter. El sabio, a esto, le espetó
con calma:
"Soportando estos arrebatos en mi
hogar, me ejercito, y me acostumbro
para sobrellevar sin trabajo la
impaciencias y las injurias de otros
fuera de mi casa".
También se dice que en cierta
ocasión Jantipa estaba tan
desquiciada que se desbordó en
improperios a su compañero
arrojándole, además, una cuba llena
de agua, a lo que respondió:
"No os sorprenda que tras los truenos
venga la lluvia".
¿Porque era así? Se nos ocurren DOS
MOTIVOS:
1. Algunas fuentes indican que no
era realmente su esposa, en el
sentido griego del termino, si no su
"concubina" o alguna figura similar
del mundo ateniense. Su esposa
"real" era MIRTO, que en muchos
escritos aparece como su segunda
esposa, con la que no tuvo
descendencia (probablemente porque
era muy mayor).
Mientras de que Jantipa se unió al
filosofo sin formalidades legales, la
legitimidad conyungal le habria
tocado en suerte a Mirto. Esto ya
sería motivo de sobra para entender
su mal caracter, pero es que, ademas,
no esta muy claro que los supuestos
hijos de Jantipa sean suyos. Algunos
autores plantean que igual alguno
era de Mirto, y que, incluso, Jantipa
se encargaria de cuidarlos. Mas leña
al fuego.
2. Otro motivo, para determinados
autores, es que a la pobre Jantipa no
le hacian mucha gracia los escarceos
sexuales de Socrates con sus amigos,
especialmente con el apuesto
Alcibiades (Socrates en el Gorgias de
Platón dice que tiene dos amores:
Alcibiades y la filosofia). Hay que
recordar que determinados tipos de
homosexualidad (calificables hoy en
dia como pederastia, aunque no en la
epoca griega) eran moneda corriente
en Grecia.
Muchos de los ataques de furia de
Jantipa coinciden con episodios en
los que se advierte la presencia de
sus amigos (la famosa historia de los
pasteles que Alcibiades regala a
Socrates), pero, en honor a la verdad,
no queda claro si es por celos sobre
sus aficiones sexuales con hombres o
por su excesiva dedicación a sus
amigos.
Jantipa fue una mujer transgresora
que, hoy en día, seria un modelo
para las mujeres. Una señora que,
pisoteada por la sociedad, ignorada y
menospreciada por el hombre al que
amaba (que ademas tenia una mujer
oficial y aficiones homosexuales), no
se hunde, si no que saca todo el
caracter que tiene dentro,
enfrentandose a todos y a todo.
JANTIPA, ESPOSA DE SOCRATES.
Si hay una mujer mal interpretada y
criticada en los textos antiguos (y en
muchos modernos) de filosofía, esta
es Jantipa, la "supuesta" esposa de
Sócrates. Desde los platónicos hasta
Nietzsche ha sido usada como
ejemplo de la, supuesta, dicotomía
entre el filosofo y su esposa, asi como
para ensalzar las virtudes de
Socrates, temperado, reflexivo,
compresivo, mientras que Jantipa se
describe como malhumorada,
irascible y celosa. Se crea así un
arquetipo machista en el que el
filosofo representa la razón suprema
y su mujer la vida cotidiana basada
en los sentidos, mas que en la razón.
Pero ¿Es cierta esta historia? y de ser
cierta ¿Que motivos llevaron a esta
mujer a comportarse de esa manera?.
En los escritos de Platón o Jenofonte
(hay que recordar que el bueno de
Socrates no escribió nada) se ha
mostrado a nuestra Jantipa haciendo
la vida imposible a su esposo, y éste
al contrario, con pleno dominio de sí
mismo, y es que, según diversas
fuentes, su alumno, Alcibíades le
preguntó alguna vez cómo soportaba
a Jantipa siempre injuriándole;
Sócrates le contestó:
"Pues lo mismo que uno se
acostumbra al ruido continuo de una
polea de pozo, como aguantas tú el
graznido de tus gansos"
"Pero -le interrumpió Alcibíades- me
dan huevos y crían" "También me da
a mí Jantipa hijos..." (hay que
recordar que Jantipa le dió al filosofo
tres vastagos: Lamprocles, Sofronisco
y Menexeno)
Comentario que, por otro lado,
denota el tratamiento clásico a las
mujeres que o bien el propio Sócrates
o bien los autores de los relatos que
hablan de su vida y hazañas, dan al
sexo femenino: la comparación con
una polea, la comparación con aves
de cría y, por último, el interés
primordial del varón por la mujer
como engendradora de hijos.
En otra ocasión, Alcibíades, admirado
por las impertinencias de la mujer de
su maestro, preguntó a Sócrates que
por qué no había expulsado de su
casa a una mujer de tan pésimo
carácter. El sabio, a esto, le espetó
con calma:
"Soportando estos arrebatos en mi
hogar, me ejercito, y me acostumbro
para sobrellevar sin trabajo la
impaciencias y las injurias de otros
fuera de mi casa".
También se dice que en cierta
ocasión Jantipa estaba tan
desquiciada que se desbordó en
improperios a su compañero
arrojándole, además, una cuba llena
de agua, a lo que respondió:
"No os sorprenda que tras los truenos
venga la lluvia".
¿Porque era así? Se nos ocurren DOS
MOTIVOS:
1. Algunas fuentes indican que no
era realmente su esposa, en el
sentido griego del termino, si no su
"concubina" o alguna figura similar
del mundo ateniense. Su esposa
"real" era MIRTO, que en muchos
escritos aparece como su segunda
esposa, con la que no tuvo
descendencia (probablemente porque
era muy mayor).
Mientras de que Jantipa se unió al
filosofo sin formalidades legales, la
legitimidad conyungal le habria
tocado en suerte a Mirto. Esto ya
sería motivo de sobra para entender
su mal caracter, pero es que, ademas,
no esta muy claro que los supuestos
hijos de Jantipa sean suyos. Algunos
autores plantean que igual alguno
era de Mirto, y que, incluso, Jantipa
se encargaria de cuidarlos. Mas leña
al fuego.
2. Otro motivo, para determinados
autores, es que a la pobre Jantipa no
le hacian mucha gracia los escarceos
sexuales de Socrates con sus amigos,
especialmente con el apuesto
Alcibiades (Socrates en el Gorgias de
Platón dice que tiene dos amores:
Alcibiades y la filosofia). Hay que
recordar que determinados tipos de
homosexualidad (calificables hoy en
dia como pederastia, aunque no en la
epoca griega) eran moneda corriente
en Grecia.
Muchos de los ataques de furia de
Jantipa coinciden con episodios en
los que se advierte la presencia de
sus amigos (la famosa historia de los
pasteles que Alcibiades regala a
Socrates), pero, en honor a la verdad,
no queda claro si es por celos sobre
sus aficiones sexuales con hombres o
por su excesiva dedicación a sus
amigos.
Jantipa fue una mujer transgresora
que, hoy en día, seria un modelo
para las mujeres. Una señora que,
pisoteada por la sociedad, ignorada y
menospreciada por el hombre al que
amaba (que ademas tenia una mujer
oficial y aficiones homosexuales), no
se hunde, si no que saca todo el
caracter que tiene dentro,
enfrentandose a todos y a todo.
19/3/13
UN DIA CUALQUIERA EN LA VIDA DE UNA MUJER EN LA ATENAS CLÁSICA
A los veinte años, una ateniense del
siglo V o IV a.C. estaba entrando ya
en el último tercio de su existencia,
porque en esa época la expectativa
de vida femenina no llegaba a los
treinta años; en ello tenía mucho
que ver la maternidad, que se
relacionaba con la muerte de una de
cada cuatro mujeres. Imaginemos
que esa mujer se llama Eudoxia. A
los catorce años se había casado
con el heredero de una hacienda
(oikos) de tamaño medio, que ya
había cumplido los treinta. Al
principio estuvo en una posición
secundaria en la casa de su esposo,
a la que se trasladó después de la
boda; pero, ahora que ya es madre
de dos hijos, ejerce de dueña y
señora. No en vano había aportado
al matrimonio una dote importante,
mientras que la hacienda de la
familia del esposo se había visto
disminuida en parecida proporción
para constituir la dote de la cuñada
de Eudoxia.
En la casa de su familia de origen,
Eudoxia aprendió las labores
femeninas y recibió una serie de
enseñanzas que garantizaban su
valor como futura esposa de un
ciudadano hacendado. De esta
forma, ahora puede leer y escribir
con soltura, sabe tocar la lira y
puede controlar la educación de sus
propios hijos, hasta los siete años la
de los varones y hasta su
casamiento la de las féminas,
aunque cuente para ello con la
ayuda de esclavos ilustrados.
Se puede decir que Eudoxia es una
mujer feliz, querida y respetada por
todos, porque asume su papel de
esposa y madre con el mismo
sentido del deber con el que su
marido se entrena para la guerra y
acude al combate cuando es
necesario. A él le corresponde
asegurar la pervivencia de la
comunidad con las armas, y a ella,
alumbrar y criar hijos que
sustituyan a los muertos en el
combate y a los ancianos. Por otro
lado, mientras el marido participa
en la gestión política y en la
administración del Estado, ella, que
no tiene que ausentarse por motivos
bélicos o de trabajo, se encarga de
dirigir y administrar la casa.
Un día cualquiera, Eudoxia se
despierta con la primera luz del sol.
Mientras da de mamar a su bebé,
oye desde su dormitorio, situado en
la planta alta de la vivienda, el ruido
de los esclavos que emprenden sus
actividades cotidianas, así como a
su esposo que se dispone a salir. Su
hija mayor, de cuatro años, se ha
levantado ya de la cama; aunque
toma otros alimentos, no ha dejado
todavía de ser lactante, pero es la
nodriza quien se ocupa de ella.
Cuando ha terminado de dar el
pecho al pequeño, Eudoxia retira
rápidamente de su rostro la
mascarilla a base de leche aplicada
la noche anterior y se recoge el
cabello en una especie de moño.
Luego se cubre con un sencillo
peplo de lana fina, una pieza
rectangular que enrolla en torno a
su cuerpo y sujeta en los hombros
por medio de fíbulas. Tras coger las
llaves de la despensa, baja por la
escalera de madera a la planta
inferior, donde están la cocina y el
gran patio central desde el que se
accede a las distintas dependencias.
Allí la esperan dos esclavas atentas a
sus órdenes. Eudoxia pide a una de
ellas que saque agua del pozo para
lavar unas piezas de vestuario,
mientras se dirige con la otra a la
despensa para sacar las vituallas del
desayuno. Come unos trocitos de
pan de cebada mojados en vino y
bebe leche de cabra.
Ahora hay que repasar las cuentas y
el registro de las existencias.
Eudoxia abre un arcón y saca una
tablilla encerada. Apunta la miel y
los higos producidos en la hacienda,
que uno de los esclavos llevará a
vender en el mercado del ágora de
Atenas. Y reflexiona sobre lo que
debe pedirle que traiga de allí. La
casa está en las afueras del área
urbana propiamente dicha, de modo
que el esclavo debe recorrer un
largo camino a pie y no es cuestión
de que vaya todos los días. Tal vez
sea mejor que se lleve el asno y
concentre los encargos, lo que lo
dejará libre para otras tareas. Lo
habla con su esposo, que se
encuentra todavía fuera de la casa.
Luego Eudoxia da una vuelta por la
habitación en la que está instalado
el telar. Allí encuentra a su pequeña
curioseando las tareas en las que
todavía no la dejan participar. La
madre de su esposo, viuda y, para
la época, ya anciana, se entretiene
hilando, porque ya no tiene la vista
necesaria para tejer. Le está
contando a su nieta el mayor
orgullo de su vida: había sido una
de las arréforas, las dos niñas de
entre siete y once años que se
elegían anualmente para pasar
nueve meses en un edificio de la
Acrópolis ateniense, tejiendo el
magnífico peplo que recibía la diosa
Atenea cada cuatro años. Esa
historia, tantas veces repetida con
todo lujo de detalles, provoca
siempre entre las mujeres presentes
un murmullo de admiración. Es el
honor público más grande que cabe
imaginar para una niña ateniense.
Después de controlar la tarea de las
tejedoras y darles las instrucciones
oportunas, Eudoxia coge de la mano
a su pequeña y se dirige con ella a
cumplir un ritual cotidiano de la
mayor importancia. Se acercan al
altar de la diosa Hestia, protectora
del hogar. Eudoxia derrama sobre él
unos granos de trigo, con una fe
profunda en que ese acto de piedad
asegura la protección divina de la
casa. La niña observa en silencio lo
que tendrá que hacer ella misma el
día de mañana, y luego cruza el
patio correteando en busca de su
muñeca.
Ha llegado el momento de que
Eudoxia se prepare para las
actividades fuera del hogar previstas
para ese día. Una de las esclavas ha
llenado una pila con el agua de su
aseo personal y luego la va a ayudar
a maquillarse y peinarse, algo
imprescindible porque los espejos
metálicos de la época son pequeños
y no reflejan como los modernos.
Una vez acicalada, Eudoxia sustituye
el sencillo peplo de lana por una
llamativa túnica que deja traslucir
las formas del cuerpo. También es
una pieza rectangular sin hechura
alguna, pero de un lino muy
vaporoso, teñido con un color
chillón. Está cerrada por una
costura lateral, formando una
especie de saco, que en la parte
superior deja un amplio escote y los
brazos a la vista. Se ciñe mediante
un cinturón que forma un repliegue
sobre las caderas.
Ahora la esclava acerca a Eudoxia el
cofre de las joyas. Primero coge dos
brazaletes iguales trabajados en
espiral, que imitan la forma de una
serpiente. Luego duda sobre los
pendientes, decidiéndose por dos
grandes aros con colgantes. Después
se pone un collar de piedras finas
combinadas con piezas de metal.
Finalmente, añade al peinado
algunos adornos y se encuentra
satisfecha con la imagen que le
devuelve el espejo. Elige unas
sandalias primorosamente trenzadas
y baja rápidamente la escalera,
porque la posición del sol le indica
que tendría que haber salido ya.
Eudoxia cubre con prisa,
acompañada por una esclava, la
distancia que la separa de una de las
casas vecinas. Allí se han reunido
cuatro mujeres de su misma
condición social para pasar juntas la
tarde, lo que incluye para ellas la
comida principal del día. Se
acomodan en lechos, delante de los
cuales hay platillos de cerámica con
aceitunas, higos, queso y pescado
seco. Se cruzan cumplidos sobre el
vestuario y el aspecto físico, y se
interesan mutuamente por las
circunstancias personales. Una de
ellas anuncia que cree estar
embarazada. La abrazan y le desean
un parto feliz. Otra cuenta con
quién había coincidido el día
anterior mientras cumplía con el
deber de realizar el ritual funerario
en la tumba de su esposo, muerto
en la guerra. Eudoxia habla de sus
pequeños. La cuarta mujer está
preparando la boda de su hija:
comenta los detalles y pide consejo
a sus amigas sobre algunos detalles
de la celebración. La dueña de la
casa coge su lira y acompaña con
ella unos versos de la adorada
poetisa Safo, que hacen vibrar a las
demás. Antes de ponerse el sol,
Eudoxia se despide de sus amigas y
regresa a su casa, de nuevo
acompañada por una esclava. Ha
pasado una tarde estupenda y está
bien dispuesta para compartir el
lecho con su esposo, bajo el signo
de Eros.
Fuentes:
La mujer en la Grecia clásica.
Claude Mossé.
Así vivieron en la antigua Grecia.
Raquel López Melero.
Historia de National Geographic
Imagen: "Frigidarium." Sir Lawrence
Alma Tadema
8/3/13
LEDA Y EL CISNE
En la mitología griega Leda, era hija
de Testio y esposa de Tindáreo de
Esparta, una de las doncellas
seducidas por Zeus. Cuando
caminaba junto al río Eurotas, se le
presentó Zeus transformado en
cisne y fingiendo ser perseguido por
un águila, la violó. Esa misma noche
yació con Tindáreo. Como
consecuencia, puso dos huevos de
los cuales nacieron cuatro hijos:
Helena de Troya, Pólux (inmortales,
presumidos hijos de Zeus) y
Clitemnestra y Cástor (mortales,
supuestos hijos de Tindáreo). Sin
embargo, se considera a Pólux y a
Castor gemelos, conocidos como los
Dioscuros. Leda luego es divinizada
por Némesis, la diosa del castigo
justo. En las versiones más antiguas,
Leda simplemente encuentra un
huevo en donde está el germen de
Helena, hija de Zeus y Némesis. En
ese relato, Némesis trata de escapar
de Zeus mediante la metamorfosis,
convirtiéndose en distintos animales
para poder escapar del dios. Pero
Zeus hace exactamente lo mismo y
compensando cada cambio con el
suyo propio, hasta que finalmente
ella se convierte en una oca y él la
viola en forma de cisne. Pone luego
el huevo en un pantano en donde lo
encuentra Leda. En otras versiones,
Zeus transformado en cisne y
fingiendo estar en peligro, se refugia
en el seno de Némesis y luego la
viola. Hermes pone el huevo en los
muslos de Leda para que sea ella
quien lo "alumbre".
La leyenda de Leda y el Cisne ha
dado en la Historia del Arte
numerosas obras: desde Dalí, en su
cuadro Leda atómica, a Tintoretto,
pasando por Matisse o Paul
Cézanne, o el mismo Leonardo da
Vinci, muchísimos autores han
retratado esta escena.
También hay referencias a Leda en
poemas de Rubén Darío:
1. Blasón: «Es el cisne, de estirpe
sagrada, cuyo beso, por campos de
seda, ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda». 2. "
El cisne en la sombra parece de
nieve": << (...)Tal es, cuando
esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor, y
viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
(...)>>
Otra referencia a Leda viene
ofrecida en el extenso poema que
da también título al cuarto
poemario publicado por el novelista
y ensayista Aldous Huxley en 1920:
Leda, Chatto & Windus, Londres.
Véase también la traducción al
español del poemario en: Gómez
López, J. Isaías (Editor y traductor),
Aldous Huxley: Poesía completa
(edición bilingüe), Editorial
Universidad de Almería, Almería,
2008, pp. 170-227.
En la novela "El rapto del cisne", de
Elizabeth Kostova (Umbriel Editores,
2010), la trama gira entorno al
cuadro "Leda", del pintor Gilbert
Thomas. En realidad, el cuadro que
ilustra la portada del libro es
"Leda", de François-Edouard Picot.
Inspirado en el mito, Charly Garcia,
compositor del duo argentino Sui
Generis, escribe la cancion Un
Hada, un Cisne.
(De Wikipedia)
Imagen: Auguste Clesinger
28/2/13
ARJÉ.
Arché, según otros, arjé, o también
arkhé, del griego, "fuente",
"principio" u "origen", es un
concepto en filosofía de la antigua
Grecia, significando el comienzo del
universo o el primer elemento de
todas las cosas. También puede
significar sustancia o materia, es
decir, aquello que no necesita de
ninguna otra cosa para existir, sólo
él mismo.
Tales de Mileto argumentaba que el
agua es el origen y esencia de todas
las cosas en el mundo, quizás, la
primera explicación significativa del
mundo físico.
Tales fundó la llamada Escuela de
Mileto, a la cual también
pertenecieron filósofos como
Anaximandro, que sostenía que el
arché era el Ápeiron (lo
indeterminado, aquello que carece
de límites); y Anaxímenes, que
consideraba que lo era el aire o la
niebla, fluido por excelencia.
Posteriormente surgió de manos de
Pitágoras la escuela pitagórica,
caracterizada por la identificación
del arché con los números. Hay que
considerar que la escuela pitagórica
no consideraba al número como
algo abstracto, sino que lo veían
como algo real. Lo consideraban la
más real de las cosas y
precisamente por esto lo concebían
como el principio constitutivo de las
cosas.
Heráclito parece que retormó a los
elementos naturales proponiendo el
fuego como arché por su naturaleza
dinámica. Sin embargo para él el
principio originario era el lógos, la
palabra; y era solo comparable al
fuego puesto que el fuego es para él
una analogía del lógos, ya que el
fuego "con mesura se enciende y
con mesura se apaga" así como el
logos, (con mesura) da a cada uno
su parte del lógos.
Opuesto al monismo, que establecía
la existencia de un solo tipo de
arché, surgió el pluralismo. Un
importante pluralista, Empédocles,
decía que todo se componía de
tierra, aire, agua y fuego. Otro,
Anaxágoras, defendió que existía
una infinidad de componentes del
universo.
El último gran presocrático,
Demócrito, argumentó la existencia
de átomos, o partículas diversas que
ni se crean ni se destruyen y que al
agruparse construyen todo lo que
conocemos.
Fuente: Wikipedia.
27/5/12
NÍOBE
mitología griega es la reina Níobe. Era
hija de Tántalo, quien había sido
condenado en los Infiernos a sufrir
eternamente de hambre y sed por
haber robado la comida de los dioses.
Níobe, hermana de Pélope, se había
casado con Anfión, un gran músico
que había ayudado a construir las
murallas de Tebas atrayendo a las
rocas con el sonido de su lira. Los dos
esposos llegaron a ser reyes de esta
ciudad.
Níobe tenía un gran motivo de orgullo.
No era por su belleza, aunque era
hermosa, ni por la habilidad de su
esposo, ni por su reino ni por sus
posesiones. Había dado a Anfión siete
hijos y siete hijas, todos de gran
belleza, y en ellos basaba toda su
felicidad. Habría podido vivir una larga
vida de dicha, pero sus palabras de
orgullo trajeron la desgracia a su casa.
En una ocasión, cuando se celebraban
los ritos de adoración para Latona y
sus dos hijos, los dioses Apolo y
Artemisa, la reina Níobe dijo a quienes
la rodeaban:
-Qué tontería es el adorar a seres que
no pueden ser vistos, en lugar de
rendir pleitesía a quienes están frente
a vuestros ojos. ¿Por qué adorar a
Latona y no a mí? Mi padre fue
Tántalo, quien se sentó a la mesa de
los dioses. Mi esposo construyó esta
ciudad y la gobierna. ¿Por qué preferir
a Latona? Yo soy siete veces más
dichosa, con mis catorce hijos,
mientras ella tiene solamente dos.
Cancelen esta ceremonia inútil.
El pueblo de Tebas la obedeció, y los
rituales quedaron incompletos. Pero
Latona había escuchado las palabras
de Níobe, y ssu venganza no se hizo
esperar. Llamó a sus hijos Apolo y
Artemisa, les repitió las palabras de
Níobe y los envió a castigar el orgullo
de esa mujer.
Ocultos por las nubes los dos dioses
pusieron pie en las torres de Tebas.
Frente a la ciudad se celebraban
juegos atléticos, en los que
participaban los hijos varones de
Níobe y Anfión. Apolo tomó su arco y
sus flechas, y uno a uno mató a los
jóvenes. El menor de ellos, el único
que quedaba, gritó al cielo: -
¡Perdonadme, oh dioses! -Apolo quiso
respetar su vida por su ruego, pero la
flecha ya había abandonado su arco y
el muchacho cayó muerto.
Advertida por los gritos de la gente,
Níobe llegó al campo donde se
encontraban los cuerpos de sus hijos.
A su alrededor estaban sus hijas, que
compartían con ella su dolor. Pero una
a una, ellas también fueron cayendo
sin vida, por los dardos lanzados por
Artemisa.
Abrazando a la más pequeña, mientras
las demás yacían a su lado, Níobe gritó:
-¡Dioses, dejadme al menos una! -Pero
fue inútil, pues pronto la niña se
desplomaba con una flecha en su
pecho.
Al ver a sus hijos muertos, Anfión se
enfureció. Se dirigió al templo de Apolo
e intentó prenderle fuego, pero el dios
lo abatió con sus flechas. Níobe tomó
en sus brazos el cuerpo de la más
pequeña de sus hijas y huyó
enloquecida a Asia Menor. Los restos
de su familia permanecieron insepultos
durante nueve días, pues los dioses
habían transformado en piedra a los
habitantes de Tebas. El décimo día, los
propios dioses les dieron sepultura.
Níobe vagó con el cadáver de su hija
hasta llegar al monte Sípilo. No pudo
avanzar más, pues su dolor no le
permitía moverse. El viento no agitaba
su cabello, sus ojos quedaron fijos en
el rostro de su hija, la sangre dejó de
fluir dentro de ella. Se transformó en
una roca, pero sus ojos siguieron
vertiendo lágrimas que dieron origen a
un manantial.
Existe otra doncella de nombre Níobe,
que era la primera mortal con la que se
unió Zeus, pero esa es otra historia.