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24/9/13

HERMANN HESSE – El lobo estepario

"… abrí mi cuarto, mi pequeña
apariencia de hogar, donde me
esperaban el sillón y la estufa, el
tintero y la caja de pinturas, Novalis
y Dostoyevski, igual que a los otros, a
los hombres verdaderos, cuando
vuelven a sus casas, los esperan la
madre o la mujer, los hijos, las
criadas, los perros y los gatos."
“El lobo estepario tenía, por
consiguiente, dos naturalezas, una
humana y otra lobuna; ése era su
sino. Y puede ser también que este
sino no sea tan singular y raro. Se
han visto ya muchos hombres que
dentro de sí tenían no poco de perro,
de zorro, de pez o de serpiente, sin
que por eso hubiesen tenido mayores
dificultades en la vida. En esta clase
de personas vivían el hombre y el
zorro, o el hombre y el pez, el uno
junto al otro, y ninguno de los dos
hacía daño a su compañero, es más,
se ayudaban mutuamente, y en
muchos hombres que han hecho
buena carrera y son envidiados, fue
más el zorro o el mono que el hombre
quien hizo su fortuna”.
“¿Cómo no había yo de ser un lobo
estepario y un pobre anacoreta en
medio de un mundo, ninguno de
cuyos fines comparto, ninguno de
cuyos placeres me llama la atención?
No puedo aguantar mucho tiempo ni
en un teatro ni en un cine, apenas
puedo leer un periódico, rara vez un
libro moderno; no puedo comprender
qué clase de placer y de alegría
buscan los hombres en los hoteles y
en los ferrocarriles totalmente llenos,
en los cafés repletos de gente oyendo
una música fastidiosa y pesada; en
los bares y varietés de las elegantes
ciudades lujosas, en las exposiciones
universales, en las carreras, en las
conferencias para los necesitados de
ilustración, en los grandes lugares de
deportes; no puedo entender ni
compartir todos estos placeres, que a
mí me serían desde luego asequibles
y por los que tantos millares de
personas se afanan y se agitan. Y lo
que, por el contrario, me sucede a mí
en las raras horas de placer, lo que
para mí es delicia, suceso, elevación y
éxtasis, eso no lo conoce, ni lo ama,
ni lo busca el mundo más que si
acaso en las novelas; en la vida, lo
considera una locura. Y en efecto, si
el mundo tiene razón, si esta música
de los cafés, estas diversiones en
masa, estos hombres americanos
contentos con tan poco tienen razón,
entonces soy yo el que no la tiene,
entonces es verdad que estoy loco,
entonces soy efectivamente el lobo
estepario que tantas veces me he
llamado, la bestia descarriada en un
mundo que le es extraño e
incomprensible, que ya no encuentra
ni su hogar, ni su ambiente, ni su
alimento.”

De todas las novelas se aprende algo;
de esta se puede aprender mucho.
De parte de la forma: estilo,
estructura, tono, ritmo,…; de parte
del fondo: contenido filosófico y
reflexiones humanas que siguen
plenamente vigentes como los
problemas del individuo con la
sociedad y consigo mismo.
La novela, además, va degradándose
conforme avanza la narración
transformando la realidad en fantasía
o mezclando ambas.
No es un libro fácil, pero su lectura
merece mucho la pena.

12/3/13

LA EJECUCIÓN. HERMANN HESSE

En su peregrinación, el maestro y
algunos de sus discípulos bajaron de
la montaña al llano y se
encaminaron hacia las murallas de
la gran ciudad. Ante la puerta se
había congregado una gran
muchedumbre. Cuando se hallaron
más cerca vieron un cadalso
levantado y los verdugos ocupados
en llevar a rastras hacia el tajo a un
individuo ya muy debilitado por el
calabozo y los tormentos. La plebe
se agolpaba alrededor del
espectáculo. Hacían mofa del reo y
le escupían, movían bulla y
esperaban con impaciencia la
decapitación.
-¿Quién será y qué delitos habrá
perpetrado -se preguntaban unos a
otros los discípulos- para que la
multitud desee su muerte con tanto
afán? Aquí no se ve a nadie que
manifieste compasión ni que llore.
-Supongo que será un hereje -dijo el
maestro con tristeza.
Siguieron acercándose, y cuando se
vieron confundidos con el gentío los
discípulos preguntaron a izquierda y
derecha quién era y qué crímenes
había cometido el que en aquellos
momentos se arrodillaba frente al
tajo.
-Es un hereje -decía la gente muy
indignada-. ¡Hola! ¡Ahora inclina su
cabeza condenada! ¡Acabemos de
una vez! En verdad ese perro quiso
enseñarnos que la ciudad del
Paraíso tiene sólo dos puertas,
¡cuando a todos nosotros nos consta
perfectamente que las puertas son
doce!
Asombrados, los discípulos se
reunieron alrededor del maestro y
le preguntaron:
-¿Cómo lo adivinaste, maestro?
Él sonrió y, mientras echaba de
nuevo a andar, dijo en voz baja:
-No ha sido difícil. Si fuese un
asesino, o un bandolero o cualquier
otra especie de criminal, habríamos
visto entre las gentes del pueblo
pena y compasión. Muchos llorarían
y algunos hasta pondrían el grito en
el cielo proclamando su inocencia.
Al que tiene una creencia diferente,
en cambio, se le puede sacrificar y
echar su cadáver a los perros sin
que el pueblo se inmute.

5/3/13

SOBRE EL AMOR (OBSTINACIÓN)

«Supe que ser amado no es nada,
que amar, sin embargo, lo es todo.
Y creí ver cada vez más claro que lo
que hace valiosa y placentera la
existencia es nuestro sentimiento y
nuestra sensibilidad. Donde quiera
que viese en la tierra algo que
pudiera llamarse “felicidad”, ésta se
componía de sentimientos. El dinero
no era nada, el poder tampoco. Veía
a muchos que poseían ambas cosas
y eran desdichados. La belleza no
era nada; veía a hombres y mujeres
bellos, que a pesar de toda su
belleza eran desdichados. Tampoco
la salud contaba demasiado. Cada
cual era tan sano como se sentía;
había enfermos que rebosaban de
vitalidad hasta poco antes de su fin,
y personas sanas que se
marchitaban, angustiadas por el
temor de sufrir. La dicha, sin
embargo, siempre estaba allí donde
un hombre tenía sentimientos
fuertes y vivía para ellos, sin
reprimirlos ni violarlos, sino
cuidándolos y disfrutándolos. La
belleza no hacía feliz al que la tenía,
sino al que sabía amarla y
venerarla.
Aparentemente existían muy
diversos sentimientos, pero en el
fondo todos eran uno. A cualquiera
de ellos puede llamársele voluntad o
cualquier otra cosa. Yo lo llamo
amor. La dicha es amor y nada más.
El que es capaz de amar es feliz.
Todo movimiento de nuestra alma
en el que ésta se sienta a sí misma y
sienta la vida, es amor. Por tanto es
dichoso aquel que ama mucho. Sin
embargo, amar y desear no es
exactamente lo mismo. El amor es
deseo hecho sabiduría; el amor no
quiere poseer, sólo quiere amar.
Por eso también era feliz el filósofo
que mecía en una red de
pensamientos su amor al mundo y
que lo envolvía una y otra vez con
su red amorosa. Pero yo no era
filósofo».

3/8/12

La fábula de los ciegos Hermann Hesse

Durante los primeros años del hospital
de ciegos, como se sabe, todos los
internos detentaban los mismos
derechos y sus pequeñas cuestiones
se resolvían por mayoría simple,
sacándolas a votación. Con el sentido
del tacto sabían distinguir las monedas
de cobre y las de plata, y nunca se dio
el caso de que ninguno de ellos
confundiese el vino de Mosela con el
de Borgoña. Tenían el olfato mucho
más sensible que el de sus vecinos
videntes. Acerca de los cuatro sentidos
consiguieron establecer brillantes
razonamientos, es decir que sabían de
ellos cuanto hay que saber, y de esta
manera vivían tranquilos y felices en la
medida en que tal cosa sea posible
para unos ciegos.
Por desgracia sucedió entonces que
uno de sus maestros manifestó la
pretensión de saber algo concreto
acerca del sentido de la vista.
Pronunció discursos, agitó cuanto
pudo, ganó seguidores y por último
consiguió hacerse nombrar principal
del gremio de los ciegos. Sentaba
cátedra sobre el mundo de los colores,
y desde entonces todo empezó a salir
mal.
Este primer dictador de los ciegos
empezó por crear un círculo
restringido de consejeros, mediante lo
cual se adueñó de todas las limosnas.
A partir de entonces nadie pudo
oponérsele, y sentenció que la
indumentaria de todos los ciegos era
blanca. Ellos lo creyeron y hablaban
mucho de sus hermosas ropas
blancas, aunque ninguno de ellos las
llevaba de tal color. De modo que el
mundo se burlaba de ellos, por lo que
se quejaron al dictador. Éste los recibió
de muy mal talante, los trató de
innovadores, de libertinos y de
rebeldes que adoptaban las necias
opiniones de las gentes que tenían
vista. Eran rebeldes porque, caso
inaudito, se atrevían a dudar de la
infalibilidad de su jefe. Esta cuestión
suscitó la aparición de dos partidos.
Para sosegar los ánimos, el sumo
príncipe de los ciegos lanzó un nuevo
edicto, que declaraba que la
vestimenta de los ciegos era roja. Pero
esto tampoco resultó cierto; ningún
ciego llevaba prendas de color rojo.
Las mofas arreciaron y la comunidad
de los ciegos estaba cada vez más
quejosa. El jefe montó en cólera, y los
demás también. La batalla duró largo
tiempo y no hubo paz hasta que los
ciegos tomaron la decisión de
suspender provisionalmente todo
juicio acerca de los colores.
Un sordo que leyó este cuento admitió
que el error de los ciegos había
consistido en atreverse a opinar sobre
colores. Por su parte, sin embargo,
siguió firmemente convencido de que
los sordos eran las únicas personas
autorizadas a opinar en materia de
música.