"Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello, de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas. Que no se meta entre tus manos- me decía-porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa. Y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza.
Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza… Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello. " Paola Klug
27/6/14
Trenzarse el cabello
10/10/13
HERMANAS SUTHERLAND
A finales del siglo XIX lograron fama mundial y recaudar más de tres millones de dólares gracias a la loción que inventaron para que la longitud total de sus cabellos
alcanzara los 11 metros.
Eran siete y algunos las consideran
las primeras modelos famosas de la
historia de Estados Unidos, y no por
su deslumbrante belleza ni por sus
perfectos cuerpos, sino simplemente
por la extraordinaria longitud de sus
cabellos, que sobrepasaban el metro
de largo en cada una de ellas. Las
hermanas Sutherland nacieron entre
1851 y 1865 en el condado de
Niágara, estado de Nueva York, y
nunca mostraron en su juventud
ninguna inclinación por vender su
imagen, sino por la música.
Antes de hacerse famosas, se
dedicaban a dar conciertos a lo largo
de todo el estado de Nueva York,
llegando a ofrecer una serie de
actuaciones en la exposición de
Atlanta, celebrada el año 1881.
Alrededor de 1884, cuando las
hermanas viajaban con el Circo de
Barnum, su padre, Fletcher
Sutherland, se percató de que el cada
vez se reunía un público más
numeroso en sus actuaciones. Pero al
mismo tiempo se dio cuenta de que
la gran mayoría de las personas iban
para ver el cabello de las niñas más
que para escuchar su canto. «A pesar
de que sus espectáculos, que
constaban de música religiosa y
baladas de salón, recibieron muy
buenas críticas, fue en última
instancia el pelo de las chicas lo que
parecía atraer la mayor atracción»,
escribió su biógrafo, el señor Stickney.
Demostrando una gran visión para los
negocios, el padre lanzó al mercado
una loción que llamó el «Cultivador
de pelo de las hermanas Sutherland»,
con la que hacer creer a sus posibles
clientes de que la consecuencia de
que a sus hijas –Sarah, Victoria,
Isabella, Grace, Naomi, María y Dora–
les llegara el pelo por los tobillos se
debía única y exclusivamente a su
producto. Y para que no quedaran
dudas, envió una muestra a analizar,
de la que un médico y químico de
prestigio aseguro: «Habiendo hecho
un análisis químico del tónico capilar
preparado por las siete hermanas
Sutherland, por este medio certifico
que lo he encontrado libre de toda
sustancia perjudicial. Es, fuera de
toda duda, la mejor preparación para
el cabello que jamás se ha hecho».
El éxito de su iniciativa fue tal que
en el primer año de ventas obtuvo
cerca de 90.000 dólares de beneficio,
gracias a su fama como producto
«milagro» para aquellos que querían
ver crecer su cuero cabelludo. Unos
ingresos que, a lo largo del tiempo
en que este tónico estuvo en el
mercado, ascendieron hasta los tres
millones de dólares, gracias, entre
otras cosas, a que posteriormente el
patriarca de los Sutherland añadió a
sus productos un limpiador del cuero
cabelludo y ocho tonalidades de
color.
Gracias a las tácticas de marketing de
los Sutherland, consiguieron vender
más de 2,5 millones de botellas de
sus productos hasta 1890, menos de
cuatro años después de que
comenzara su producción. Y cada
botella se vendía a un precio de
entre 50 centavos y 1,50 dólares, lo
que era prácticamente el salario de
toda una semana de un trabajador
medio en aquella época.
Al alcanzar la fama mundial en 1893,
las mujeres Sutherland tenían cabida
en la portada de los principales
periódicos y revistas, como
«Cosmopolitan», «The New Yorker»,
«The New York Times» y «Time». Por
aquella época las hermanas ya no
repararon en gastos y llegaron a
construirse una mansión con 14
habitaciones, baños de mármol, agua
corriente fría y caliente, maderas
nobles y toda una serie de lujos al
alcance de prácticamente ninguna
persona en esos tiempos.
La familia Sutherland vivió una vida
llena de excesos gracias a su
«milagrosos» tónico para el pelo y, a
pesar de los millones de dólares de
beneficio que obtuvieron a lo largo
de los años, se dice que acabaron
muriendo en la pobreza. Y como si de
un epitafio se tratara, en 1938, la
mansión se quemó por completo con
muchas pertenencias de los días de
gloria dentro.
Fuente: ABC