Un fuego fatuo es un fenómeno físico, 
 producto de la inflamación de ciertas 
 sustancias que se desprenden de la 
 materia orgánica (vegetal y 
 principalmente animal) en 
 descomposición, en determinadas 
 circunstancias. Estas sustancias son 
 principalmente el fósforo, y no entran 
 en combustión, sino que desprenden 
 una luminiscencia que puede 
 contemplarse en ausencia de luz. 
 Existen muchas teorías sobre el origen 
 de este fenómeno, también muchos 
 mitos y leyendas, asociados a la 
 muerte. 
 Una posible explicación para este 
 hecho es la oxidación de la fosfina y 
 los gases de metano, que se producen 
 al descomponerse la materia orgánica, 
 y que pueden producir un efecto de 
 luminiscencia en el aire. Experimentos 
 realizados por científicos reprodujeron 
 las luces, cuando se añadían 
 sustancias químicas a los gases, pero 
 sin que se diera ninguna clase de 
 ignición. Otras posturas sostienen que 
 la fosforescencia natural de las sales 
 de calcio, que se da en las osamentas, 
 es el responsable de la luz. 
 Para las culturas gaélica y eslava, el 
 fuego fatuo es la manifestación de 
 espíritus malignos de muertos u otros 
 seres sobrenaturales, que tratan de 
 desviar a los viajeros de su camino, 
 alejándose a medida que el viajero se 
 acerca. 
 También se les ha atribuido la 
 naturaleza de espíritus de niños que 
 nacieron muertos o murieron poco 
 después de nacer, y que no llegaron a 
 bautizarse y que deambulan entre el 
 cielo y el infierno. 
 Supersticiones modernas, los 
 relacionan con la salamandra, un 
 espíritu independiente de la 
 humanidad. Pueden también asimilarse 
 a la descripción de ciertos tipos de 
 hada, que pueden haber tenido o no, 
 un pasado humano. 
 En las Islas Británicas suele aparecer el 
 fuego fatuo, como un personaje 
 malicioso. 
 En América Latina, principalmente en 
 Uruguay y Argentina, esta luz se 
 conoce como luz mala, y consiste en 
 apariciones nocturnas de luces 
 brillantes que flotan a muy poca 
 distancia del suelo, y que pueden 
 quedarse inmóviles, desplazarse a gran 
 velocidad o huir. Estas apariciones se 
 identifican con almas en pena, el 
 espíritu de los difuntos que no 
 recibieron cristiana sepultura.
