A principios del siglo XI a.C. ninguno 
 de los pueblos que vivían en las fértiles 
 regiones del Próximo Oriente (Siria, 
 costa Palestina, Mesopotamia o región 
 Asiria), podía vislumbrar el peligro que 
 se cernía sobre ellos y los cambios que 
 se iban a producir. Se trataba de la 
 presencia de numerosas bandas 
 nómadas que erraban por el desierto 
 Sirio-Arábico, ya conocidas desde 
 antiguo por aquellos pueblos: 
 documentos asirios de finales del siglo 
 XIV a.C. ya hablaban de los “aramaia” 
 o arameos, quienes junto a otros 
 pueblos nómadas, practicaban el pillaje 
 en la zona. Pues bien, estas tribus 
 llegaron a formar una especie de 
 confederación en la que se agruparon 
 gentes de pueblos y lenguas muy 
 próximas, siendo los citados arameos 
 los más importantes y numerosos, y los 
 que hicieron prevalecer su nombre y 
 su idioma. 
 El nombre procede de cómo llamaban 
 a la región, Aram-Naharaim, o “Aram 
 de los dos ríos”, Mesopotamia. 
 Eran principalmente pastores 
 trashumantes y se recorrían la zona en 
 busca de tierras de pasto. Claro, era 
 normal que se sintiesen atraídos por 
 las ricas zonas fértiles del valle del 
 Éufrates, y a partir del siglo XII a.C. 
 comenzaron a sucederse diferentes 
 desplazamientos migratorios desde el 
 desierto Sirio. A partir del XI, como 
 veníamos diciendo, se acentuaron 
 estas migraciones, que se vieron 
 acentuadas por un crecimiento 
 demográfico y por sucesivas 
 hambrunas. Los ejércitos asirio y 
 babilónico poco podían hacer para 
 detener estas inmensas oleadas de 
 gente hambrienta sin nada que perder. 
 El grueso de las invasiones se dirigió 
 hacia la región Asiria. Allí, el monarca 
 Tiglathpiliser I los combatió y derrotó: 
 “Avancé contra los arameos, enemigos 
 del Dios Assur, mi señor. En solo un 
 día hice una incursión en las 
 inmediaciones del país de Suhi hasta 
 Karquemish, del país de Hatti. Les 
 infligí pérdidas y conseguí prisioneros, 
 bienes y numerosos rebaños”. La cosa 
 en realidad no fue así, sino que este 
 monarca, como otros cuantos, tuvieron 
 que acometer durante años diferentes 
 oleadas de bandas nómadas que 
 atacaban ese reino. De hecho en una 
 de estas incursiones consiguieron 
 llegar hasta Nínive, capital de Asiria, de 
 la que tuvo que huir despavorido el 
 rey Tiglathpiliser I. 
 Pero también hubo ataques más al sur, 
 siguiendo los valles fluviales del Tigris y 
 del Éufrates, llegando hasta la misma 
 Babilonia, Uruk, Nippur y Sippar, en 
 donde la misma estatua del dios 
 Shamash fue destruida, 
 interrumpiéndose su culto durante 
 más de un siglo. De hecho hacia el 
 1025 a.C. dejó de existir un poder 
 organizado en Babilonia por culpa de 
 las invasiones, así como por las 
 revueltas de sus hambrientos 
 conciudadanos. Hasta el 940 a.C. no se 
 restableció la dinastía legítima en la 
 ciudad-imperio. 
 Pero también atacaron al norte, en la 
 zona de los Hititas, cuyas ciudades 
 fueron cayendo una a una. De este 
 modo, la mayor parte de Anatolia 
 meridional y Siria septentrional pasó a 
 ser territorio arameo. 
 Las consecuencias de todo esto fueron 
 diversas, pero cabe destacar dos: el 
 arameo se impuso en gran parte de la 
 región, desplazando a otras lenguas 
 (entre ellas el hebreo), y toda esta 
 movida acabó provocando el 
 nacimiento de un nuevo Imperio Asirio 
 aun más belicoso, fuerte y cruel: al 
 mando de Assurnasirpal II (883/859) 
 emprenderán una serie de campañas 
 militares para someter a los nuevos 
 reinos arameos, algo que terminan 
 haciendo, provocando el fin de estos 
 pueblos, que quedaron reducidos a su 
 mínima expresión. 
 Mas info y fuentes por aquí: http:// 
 es.wikipedia.org/wiki/Arameos , aquí: 
 http://es.wikipedia.org/wiki/ 
 Reinos_arameos , aquí: http:// 
 www.tierradenadie.de/archivo/ 
 opinion/arameos.htm 
 Imagen: http:// 
 laprimeraplana.com.mx/2011/05/14/ 
 dioses-arameos-resucitan-de-entre- 
 las-cenizas/
