»Días después, cuando ya había 
 desaparecido el terror producido por 
 las ejecuciones, algunos animales 
 recordaron --o creyeron recordar-- que 
 el sexto mandamiento decretaba: 
 "Ningún animal matará a otro animal". 
 Y aunque nadie quiso mencionarlo al 
 oído de los cerdos o de los perros, se 
 tenía la sensación de que las matanzas 
 que habían tenido lugar no 
 concordaban con aquello. Clover pidió 
 a Benjamín que le leyera el sexto 
 mandamiento, y cuando Benjamín, 
 como de costumbre, dijo que se 
 negaba a entrometerse en esos 
 asuntos, ella instó a Muriel a que lo 
 hiciera. Muriel le leyó el mandamiento. 
 Decía así: 
 "Ningún animal matará a otro animal 
 sin motivo". 
 Por una razón u otra, las dos últimas 
 palabras se les habían ido de la 
 memoria a los animales. Pero 
 comprobaron que el mandamiento no 
 fue violado; porque, evidentemente, 
 hubo motivo sobrado para matar a los 
 traidores que se coaligaron con 
 Snowball. " 
 “Mientras Clover miraba barranca 
 abajo, se le llenaron los ojos de 
 lágrimas. Si ella pudiera expresar sus 
 pensamientos, hubiera sido para decir 
 que a eso no era a lo que aspiraban 
 cuando emprendieron, años atrás, el 
 derrocamiento de la raza humana. 
 Aquellas escenas de terror y matanza 
 no eran lo que ellos soñaron aquella 
 noche cuando el Viejo Mayor, por 
 primera vez, los incitó a rebelarse. Si 
 ella misma hubiera concebido un 
 cuadro del futuro, sería el de una 
 sociedad de animales liberados del 
 hambre y del látigo, todos iguales, 
 cada uno trabajando de acuerdo con 
 su capacidad, el fuerte protegiendo al 
 débil, como ella protegiera con su pata 
 delantera a aquellos patitos perdidos 
 la noche del discurso de Mayor. 
 En su lugar -ella no sabía por qué- 
 habían llegado a un estado tal en el 
 que nadie se atrevía a decir lo que 
 pensaba, en el que perros feroces y 
 gruñones merodeaban por doquier y 
 donde uno tenía que ver cómo sus 
 camaradas eran despedazados 
 después de confesarse autores de 
 crímenes horribles. No había intención 
 de rebeldía o desobediencia en su 
 mente. Ella sabía que, aún tal y como 
 se presentaban las cosas, estaban 
 mucho mejor que en los días de Jones 
 y que, ante todo, era necesario evitar 
 el regreso de los seres humanos. 
 Sucediera lo que sucediera 
 permanecería leal, trabajaría fuerte, 
 cumpliría las órdenes que le dieran y 
 aceptaría las directrices de Napoleón. 
 Pero aún así, no era eso lo que ella y 
 los demás animales añoraran y para lo 
 que trabajaran tanto. No, para eso ni 
 construyeron el molino, ni hicieron 
 frente a las balas de Jones. Tales eran 
 sus pensamientos, aunque le faltaban 
 palabras para expresados.” 
