Los aficionados a la música clásica 
 sabemos de moscardones, alondras 
 elevándose, tábanos, mariposas, 
 pájaros, cucos y una interminable 
 retahíla de pequeños animales que 
 animaron la imaginación de los 
 compositores cuando las musas no 
 querían presentarse. Los gatos, 
 curiosos, juguetones e imprevisibles 
 también querían tener su 
 representación y así pasamos a ver 
 algunos ejemplos. 
 El primero de ellos lo podríamos 
 encontrar en Frederic Chopin que 
 encontrándose sumergido en la 
 composición de su vals número tres, se 
 vio sorprendido por su gato que se 
 encaramó a su piano y corriendo por 
 las teclas logró unos sonidos que 
 luego el maestro intentó reproducir tal 
 cual en el que hoy es conocido como 
 "El vals del gato" y que aparece en el 
 primero de los videos. 
 Algo parecido le ocurrió al sensacional 
 Domenico Scarlatti, incansable 
 compositor de pequeñas sonatas para 
 clave y que ahora son deliciosamente 
 interpretadas al piano. Al igual que a 
 Chopin, su gato, buscando 
 protagonismo se subió a su 
 clavicordio, trasteando todas las teclas 
 al azar, lo que fue motivo de que 
 Scarlatti compusiera la pieza hoy 
 conocida como "La fuga del gato" y 
 que vemos en el segundo video. 
 Podríamos seguir con el dueto, un 
 tanto cómico, que Rossini dedicó a dos 
 gatos que con sus maullidos solían 
 despertarlo todas las mañanas. Con 
 esta pieza liberaba a las cantantes de 
 hacer esfuerzos para recordar letra 
 alguna, con lo que mandaba un 
 recadito a las primadonnas del 
 momento que solían modificar u 
 olvidar sus textos, costumbre que ya 
 tenía un tanto harto al compositor. La 
 pieza se conoce como “Diálogo de los 
 gatos” (“Duetto buffo di due gatti”), y 
 sin ser una joya, tiene su encanto, 
 sobre todo por ver a Monserrat 
 Caballé y Monserrat Martí jugando con 
 sus propias voces y riéndose de un 
 género que a veces es visto como 
 demasiado encorsetado
