"Si Occidente no está 
 irremediablemente afectado, debe 
 pensar de nuevo todas las ideas que le 
 han sido robadas y mal aplicadas en 
 otra parte: creo que le corresponde, si 
 quiere reacreditarse aún mediante un 
 respingo o un vestigio de honor, 
 retomar las utopías que, por 
 necesidades de comodidad, abandonó 
 a otros desentendiéndose así de su 
 genialidad y de su misión. Debiendo 
 poner en práctica el comunismo, 
 ajustarlo a sus tradiciones, 
 humanizarlo, liberalizarlo, y proponerlo 
 después al mundo, dejó a Oriente el 
 privilegio de realizar lo irrealizable y 
 derivar así poder y prestigio de la más 
 hermosa ilusión moderna. En la batalla 
 de las ideologías, Occidente se mostró 
 timorato, inofensivo; algunos lo 
 felicitan por ello cuando habría que 
 reprochárselo, pues en nuestra época 
 no se alcanza la hegemonía sin el 
 concurso de elevados principios 
 mendaces, principios de que se sirven 
 los pueblos viles para disimular sus 
 instintos y sus miras. Habiendo 
 abandonado la realidad en favor de la 
 idea, la idea en favor de la ideología, el 
 hombre ha resbalado hacia un 
 universo desviado, hacia un mundo de 
 subproductos donde la ficción 
 adquiere las virtudes de un dato 
 primordial. Este resbalón es el fruto de 
 todas las rebeliones y de todas las 
 herejías de Occidente, y, no obstante, 
 Occidente se niega a sacar las últimas 
 consecuencias: no ha hecho la 
 revolución que le incumbía hacer y que 
 todo su pasado reclamaba, ni ha ido 
 hasta el final de los trastornos que 
 promovió. Al desheredarse en favor de 
 sus enemigos, corre el riesgo de 
 comprometer su desenlace y de echar 
 a perder una ocasión suprema. No 
 contento con haber traicionado a 
 todos sus precursores, a todos esos 
 cismáticos que lo prepararon y 
 formaron, desde Lutero hasta Marx, 
 Occidente cree que desde fuera 
 vendrán a hacer su revolución y que le 
 devolverán sus utopías y sus sueños. 
 ¿Comprenderá por fin que no tendrá 
 destino político y un papel que jugar a 
 menos que reencuentre en sí mismo 
 sus antiguos sueños y sus antiguas 
 utopías, así como las mentiras de su 
 viejo orgullo? 
 Por el momento son sus adversarios 
 quienes, transformados en teóricos del 
 deber que escamoteó, erigen sus 
 imperios encima de su timidez y su 
 cansancio. ¿Qué maldición le cayó para 
 que al término de su desarrollo no 
 haya producido más que esos 
 hombres de negocios, esos 
 abarroteros, esos tramposos de 
 mirada nula y sonrisa atrofiada que 
 uno encuentra por todas partes, tanto 
 en Francia como en Inglaterra y en 
 Alemania inclusive? ¿Era esta gusanera 
 la conclusión de una civilización tan 
 delicada, tan compleja?" 
 Fragmenro de "Historia y 
 Utopía" (Histoire et utopie - 1960), de 
 Émil Michel Cioran (1911-1995) 
 Imagen: Fotografía de Emil Cioran
