14-11-11 
 "¿Han visto ustedes un chino 
 tomando leche? ¿Conocen 
 alguna receta china que lleve 
 crema, nata, queso o 
 mantequilla? ¿Se han 
 encontrado con algún derivado 
 lácteo en un menú asiático? La 
 respuesta es sencilla: no. 
 Mientras para Occidente la 
 leche es el alimento perfecto, 
 para los orientales es 
 aborrecible. Simplemente no 
 la consumen. Son lactófobos. 
 Esta aversión no es para nada 
 caprichosa y tiene que ver con 
 la intolerancia lactosa, 
 producto de que nunca 
 tuvieron necesidad de calcio 
 gracias a las condiciones de 
 hábitat en que se gestó la 
 nación china. 
 Primer Plato 
 Lo primero que ingerimos los 
 humanos es leche, por eso 
 somos mamíferos. Es fácil de 
 obtener y digerir, gracias al 
 trabajo de la madre, y nos 
 ayuda a aprender a comer 
 hasta que podamos hacerlo 
 por cuenta propia. Científicos 
 estiman que la existencia de la 
 leche tiene unos 300 millones 
 de años y es lo que nos 
 permitió la evolución. Pero 
 uno cosa es la leche humana y 
 otra la de los diferentes 
 animales y en el proceso de 
 pasar a consumir de uno a 
 otro tipo, muchas cosas 
 cambiaron. 
 Algunos animales rumiantes 
 desarrollaron la capacidad de 
 aprovechar pastos secos que 
 luego de un complejo proceso 
 estomacal transforman en 
 leche para sus crías, como las 
 vacas, ovejas, cabras, 
 camellos, etc. Hace unos 7000 
 años comenzaron a ser 
 domesticados y ordeñados y 
 poco a poco los humanos nos 
 fuimos acostumbrando a 
 beber algo que no nos 
 pertenecía, tal vez añorando la 
 lactancia materna perdida con 
 el crecimiento o, simplemente, 
 por la comodidad que significa 
 contar con excedentes 
 alimenticios ante tanta 
 abundancia de una materia 
 rica en grasas, indispensables 
 para la vida. 
 De ahí a la invención del 
 queso, la mantequilla, la nata, 
 el cuajo y hasta el yogur no 
 hubo más que un paso que se 
 ha consolidado con el 
 desarrollo de una poderosa 
 industria láctea que permite la 
 alimentación de millones de 
 ser humanos. Y aunque ahora 
 existan algunos que 
 despotrican en contra de las 
 grasas y su consumo, siguen 
 siendo vitales para la 
 subsistencia de todos 
 nosotros, no importa el nivel 
 de colesterol que tengamos en 
 la sangre. 
 Segundo Plato 
 Muchos creen que la leche es 
 el alimento perfecto, pero en 
 la realidad no es tanto así. Es 
 buena cuando somos 
 pequeños y dependemos de 
 ella para el desarrollo 
 inmediato, pero su consumo 
 después de la infancia es más 
 una excepción que una 
 necesidad. ¿Por qué? Por una 
 cosa que se llama lactosa, que 
 es el azúcar de la leche y que 
 el cuerpo humano no puede 
 absorber ni utilizar a media 
 que va creciendo, cuando deja 
 de producir la enzima que se 
 requiere para ello, la lactasa. 
 Es lo que en pocas palabras se 
 conoce como intolerancia 
 lactosa que manifiestan la 
 mayoría de los adultos 
 contemporáneos en casi todas 
 partes del mundo. 
 Ocurre que la costumbre de 
 beber leche en los adultos es 
 más una aberración que una 
 necesidad. Antropólogos de la 
 alimentación han más que 
 demostrado que los humanos, 
 una vez pasada la infancia, no 
 requieren de leche para su 
 subsistencia. Solo algunas 
 poblaciones del norte europeo 
 tuvieron necesidad de leche 
 porque carecían de calcio para 
 la formación de sus huesos y 
 tuvieron que adaptarse a ella. 
 Los chinos no tuvieron 
 necesidad gracias a una 
 agricultura de terrazas de 
 regadío que les permitió 
 disponer de abundantes 
 vegetales sin necesidad de 
 recurrir a los rumiantes para 
 abastecerse de proteínas. Se 
 contentaron con la carne de un 
 animal sabroso y generoso 
 que, curiosamente, no da 
 leche para los humanos: el 
 cerdo. ¿Alguien ha visto a 
 alguien ordeñando una 
 cochina? 
 No es verdad aquello de que 
 “la leche es buena para todo 
 el mundo”. Mientras en 
 algunas culturas es 
 imprescindible su consumo, 
 sobre todo en formas más 
 elaboradas como mantequilla, 
 queso, etc., para otros 
 simplemente no es necesaria, 
 es, simplemente, aborrecible. 
 O sea que ya no existe sólo la 
 divergencia entre Oriente y 
 Occidente, entre capitalismo y 
 comunismo, 
 gastronómicamente hablando, 
 también la tenemos entre 
 lactófobos y lactófilos.."  
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